Todos sabemos que, para tener una vida saludable, lo ideal sería hacer ejercicio a diario y dormir al menos 7 u 8 horas cada noche. Pero claro, lo ideal normalmente no suele cuadrar con lo que nuestro estilo de vida nos permite. Trabajo, casa, familia, pareja, amigos, estudios si los hay, la terapia, que por algún motivo a casi todos nos hace falta, y oye, ¿por qué no?, un poco de ocio… ¿Dónde metemos todo lo demás? A veces no queda más remedio que elegir entre sueño y ejercicio. Por eso, un equipo de científicos del FHMRI Sleep Health de Australia ha querido estudiar, si no queda más remedio que elegir, cuál es la mejor opción.
Para ello, analizaron más de 28 millones de datos, recogidos de más de 70.000 participantes. Su objetivo era estudiar por separado el sueño y la actividad física, centrada especialmente en los pasos, y comprobar cómo influye cada factor en el otro cuando se realizan independientemente. Es decir, ¿dormir mejor nos da más energía para la actividad física? ¿Hacer más ejercicio nos ayuda a dormir mejor?
Si no podemos centrarnos en hacerlo todo, conocer la respuesta a estas preguntas puede darnos las mejores pautas de actuación. Antes de desglosar el estudio, como respuesta resumida, observaron que, puestos a elegir, lo mejor es un sueño reparador. Pero, ojo, porque eso no consiste solo en dormir 8 horas. De hecho, puede ser insuficiente.
¿Cómo realizaron el estudio para elegir entre sueño y ejercicio?
En este estudio participaron 70.963 usuarios de dos dispositivos de salud disponibles para el consumidor. Una es la típica pulsera de actividad que, entre otros parámetros, mide los pasos que damos en un día. El otro es un sensor de sueño que se coloca bajo el colchón de la cama.
Se vio que solo el 13 % de estas personas alcanzaron los niveles recomendados de sueño y ejercicio al día. Es decir, sueño de entre 7 y 9 horas por noche y más de 8.000 pasos diarios. Es cierto que el tema de los pasos depende mucho de factores como la inclinación del recorrido, pero es una estimación que se usa para poder generalizar.
Por otro lado, aproximadamente el 16,5 % de los participantes tenían un sueño corto, de menos de 7 horas por noche, y una vida sedentaria, con menos de 5.000 pasos diarios. El resto cumplía más o menos en uno de los dos parámetros, pero se quedaba corto en el otro. Es aquí donde entra en juego el análisis de estos científicos para ver cómo influye un factor sobre el otro.
Puestos a elegir, es mejor dormir bien
Al comparar el sueño y el ejercicio se vio que el primer influye en el segundo, pero no al revés. Es decir, un sueño de calidad favorecía un aumento de pasos al día siguiente, mientras que una gran cantidad de pasos no garantizaba mejor sueño.
Algo curioso es que el mayor aumento en el recuento de pasos se relacionó con 6 horas de sueño de media. Con 7 u 8 horas, la cantidad recomendada, hubo un aumento en los pasos, pero no tan grande. Y es que, en realidad, se observó que era más importante la calidad del sueño que la cantidad. Un sueño más tranquilo, con menos despertares, promovía un aumento en la energía al día siguiente con más intensidad que cuando se duermen 8 horas dando vueltas en la cama.
Por ese motivo, estos científicos recomiendan cuidar la higiene del sueño, reducir las horas de pantallas justo antes de ir a la cama, regular la temperatura en el dormitorio y todos esos trucos para dormir que tanto conocemos, para promover un sueño reparador. Lógicamente, lo ideal es compaginarlo con una cantidad suficiente de ejercicio físico. Pero si al menos nos centramos en dormir bien, la energía para mantenernos activos ya debería venir rodada. Si no nos da tiempo a todo, esa es la mejor opción.
