‘The Witcher’, cuarta temporada, crítica: una historia sin espíritu ni futuro

‘The Witcher’, cuarta temporada, crítica: una historia sin espíritu ni futuro

The Witcher, jamás ha sido la producción más exitosa de Netflix. Pero aun así, ha sido el origen de un discreto universo en expansión que ya cuenta con un spin-off, una precuela y un animado. No obstante, la historia jamás ha sido lo suficientemente sólida, atractiva o fiel a la saga original como para captar a un grupo leal de fanáticos. Un punto más que evidente, en la cuarta temporada. Que falla en tener coherencia, con el añadido de cambiar al actor que interpreta a su protagonista. Un bache que debilita en varias formas distintas al proyecto y convierte a sus nuevos capítulos en una entrada mediocre al universo central.

De hecho, el gran problema de la entrega radica en su incapacidad para incorporar a Liam Hemsworth como una versión de Geralt de Rivia. Eso, a pesar de que el actor tiene carisma y no trata de competir con el recuerdo de lo que hizo con el papel Henry Cavill. No obstante, las comparaciones son inevitables y en especial, se vuelven más complicadas por algo que es notorio durante los primeros capítulos. La serie no adecúa su tono y su ritmo a la personalidad de su nuevo intérprete. Lo cual sería un acierto. Al contrario, enfoca toda su energía en una especie de continuación atropellada.

Un problema que afecta la solidez desde su primer capítulo y que solo empeora en los siguientes. Henry Cavill imprimió al personaje titular una presencia poderosa y muscular. Eso, basada en su enorme constitución física y obsesión por los detalles acerca de la saga, de la que es fanático. Por lo que uno de los puntos fuertes de la serie —sobre todo en su primera temporada— fue aprovechar la indudable personalidad del actor. Lo cual le permitió sostener los fallos de la trama.

Pero Liam Hemsworth no tiene la misma pasión y durante buena parte de los primeros episodios, parece tener verdaderas dificultades para entender a su personaje. No por falta de destrezas, sino por su intento de explorar una dimensión nueva de Geralt de Rivia y ofrecerle una inexplicable vulnerabilidad. El Geralt del actor es mucho más abierto y físicamente más cercano que su antecesor, pero el contraste no favorece a la historia. En especial, porque en esta ocasión, todo radica en qué tan poderoso puede llegar a ser Geralt. A la vez, cuánto de eso le ayuda para ganar aliados en una situación caótica. 

Una adaptación superficial y sin brillo para la saga ‘The Witcher’

Basada en la novela Bautismo de fuego, tercera de la saga de Andrzej Sapkowski publicada en 1995, la serie comienza de manera semejante al original. Por lo que muestra qué ha ocurrido en el Continente después de los acontecimientos que siguieron al motín de Aretusa. También, los acontecimientos que provocó el conflicto. Algo que abarcó el secuestro de Cirilla (Freya Allan), la recuperación de Geralt de sus heridas en batalla y el gran enfrentamiento final. Luego de lo cual, el brujo camina hacia la niebla. Una despedida simbólica que explora el hecho de que, más allá de ese breve intervalo, se encuentra toda una nueva aventura.

La cuarta temporada no explica un cambio físico en Geralt, por lo que presupone que el público conoce lo ocurrido fuera de pantalla. En este caso, es una decisión inteligente. El brujo vuelve a la acción desesperado por encontrar a Ciri y abrumado por la supuesta muerte de Yennefer (Anya Chalotra). Pero además, el cazador de monstruos sabe que la destrucción total de Aretuza, implica que hay pocas defensas sobre el mal que representa a Vilgefortz (Mahesh Jadu). Este ahora con una nueva posición de poder. 

Pero a la serie le lleva esfuerzo tratar de plantear su mapa de conflictos, porque además debe sobreexplicar qué ha ocurrido, luego de un hiatos de casi dos años. De modo que el argumento no confía en que el público pueda recordar y pierde una buena cantidad de tiempo, en diálogos explicativos y convenientes resúmenes de sucesos. El guion es torpe, desordenado y no parece saber qué hacer en realidad, para unir todas las piezas en conjunto. En particular, cuando Yennefer, Ciri y Geralt deben reunirse de alguna manera, mientras acumulan poder y aliados para enfrentar las diversas pugnas que atraviesan el territorio.

La premisa nunca llega a ahondar del todo en sus giros. Por lo que para el tercer episodio, la serie vuelve a su ritmo acostumbrado de batallas deslumbrantes y poco o nada de evolución. La cuarta temporada de The Witcher va de un lado a otro, sin encontrar una manera coherente de llevar adelante, lo que se supone es una gesta épica. No obstante, el núcleo de la misión de Geralt es tan disperso —enfrentar demonios, buscar a Ciri, enfocar en el enemigo que le persigue— que todo queda incompleto. Mucho más, cuando los episodios —a excepción del primero y el séptimo— tienen algo de relleno en una trama que no avanza a ninguna parte.

Nada encaja en la cuarta temporada de ‘The Witcher’

Paso a paso y con dificultad, The Witcher lucha por mantener el ritmo. Y sabiamente, enfoca el interés en otros personajes, además de Geralt. La estrategia permite explorar el crecimiento de Ciri y un mayor protagonismo para Yennefer. Ambos personajes son, por distancia, lo mejor de la serie y, de hecho, demuestran todas las posibilidades de la producción, en caso de ser mejor enfocada y con un guion más inteligente.

Otra de las grandes sorpresas de temporada es Regis, interpretado con soltura, elegancia y misterio por Laurence Fishburne. Varios de los mejores momentos de la cuarta temporada de The Witcher, los protagoniza el personaje. El barbero y cirujano, con muchos secretos que guardar, pronto se une a Geralt en su largo recorrido y de alguna forma, es su presencia lo que brinda relevancia al brujo. Juntos, el dúo —que hereda en cierta medida la química de los libros— convierte a su amistad —por momentos complicada y con un toque irónico— en un punto fuerte de la historia. 

Pero la nueva entrega se enfrenta a un problema que no le deja alcanzar un mediano potencial. La historia está pensada no tanto para innovar o profundizar en el mundo, como para servir de conexión con la próxima temporada y final. De modo que buena parte de los conflictos se quedan en nada, a medio resolver o son el anuncio de futuras alianzas para la gran batalla final que les espera más adelante. 

Una jugada arriesgada para ‘The Witcher’

Con todo lo anterior en contra, a la serie le lleva esfuerzos ser algo más que un conjunto de eventos unidos entre sí con torpeza. No hay interés en las batallas de Geralt —mucho menos espectaculares que en cualquier temporada— o en las crecientes habilidades de Ciri. De hecho, la trama parece más interesada en abarcar el terreno que deberá concluir la historia, sin aportar demasiado a lo que intenta contar.

Para su último episodio de temporada, la serie tiene un ligero repunte sin mucho que ofrecer. Y de nuevo, todo se resume a esperar la quinta temporada, en la que los eventos parecen encontrar un final de una vez por todas. Sin embargo, no deja de ser evidente, la forma en que la historia se desperdicia y mucho más, se queda a medias. Una especie de despedida anticipada de una historia sin mucho que contar, que desde el principio, no interesó mucho a nadie. 


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