“Ojalá los días tuvieran 28 horas”. Cambia la cifra si quieres, pero seguro que has dicho una frase parecida alguna vez. Todos hemos experimentado esa falta de tiempo que nos hace sentir que los días son demasiado cortos. Si queremos tiempo libre, nos quedamos sin tiempo para las responsabilidades. Si nos centramos en las responsabilidades, ya podemos olvidarnos del ocio. ¿Pero por qué?
Algunas empresas intentan solucionar esta sensación de falta de tiempo con medidas no siempre demasiado adecuadas. Por ejemplo, se añaden descansos a la jornada de trabajo que, aun siendo beneficiosos a otros niveles, no hacen más que fragmentar el tiempo libre y aumentar esa sensación de pobreza temporal. Esta es solo una de las muchas conclusiones de un estudio sobre falta de tiempo publicado hace pocos meses por un grupo de psicólogos de la Universidad Normal de Beijing.
En su investigación se centran en el concepto de pobreza temporal. Es decir, esa sensación de falta de tiempo que nos hace sentir mal tanto a nivel físico como mental. Si bien está más que demostrado que las carencias económicas pueden ser perjudiciales para la salud, no hay tantos estudios que analicen si ocurre lo mismo con la falta de tiempo. Estos investigadores han demostrado que sí pasa algo parecido y, además, han señalado cuáles podrían ser las soluciones.
¿Por qué el tiempo pasa más deprisa cuando envejecemos?
Antes de hablar de falta de tiempo o pobreza temporal, no podemos obviar la idea de que el tiempo pasa más deprisa a medida que envejecemos. Todos los hemos percibido alguna vez. Cuando empezábamos un nuevo curso de pequeños, calculábamos que nos quedaba una eternidad hasta las vacaciones. Llegaba el verano y sentíamos que hacía mil años que habíamos pisado por primera vez el aula. Sin embargo, los años de universidad parecían pasar más deprisa. Y cuando superas los 30 años, un periodo de 9 meses se pasa volando.
Esto se debe a varios motivos. Para empezar, muchos expertos apuntan a que se debe a la proporción de nuestras vidas que supone un periodo de tiempo. Por ejemplo, para un niño de 5 años, un año supone el 20 % de su vida. En cambio, para alguien de 50 años ese mismo año es un 2 % de su vida.
Por otro lado, los niños están experimentando nuevos estímulos y vivencias continuamente. Cuando nos vamos haciendo mayores es más complicado sorprendernos o enseñarnos algo nuevo, por lo que pasamos menos tiempo procesando información desconocida. Esto, por suerte, se puede solucionar buscando nuevos estímulos que tengan a nuestro cerebro invertido durante más tiempo.
Finalmente, la forma en la que percibimos el paso del tiempo cambia cuando envejecemos por motivos puramente biológicos. Por ejemplo, se ha visto que al visualizar un mismo vídeo desconocido hasta el momento, las personas de más edad experimentan menos cambios de actividad en áreas cerebrales determinadas. El resultado son pocos cambios de actividad cerebral y espacios más largos entre uno y otro. Las personas más jóvenes, en cambio, experimentan cambios continuos, que tienen a su cerebro mucho más ocupado y dan una sensación de falsa elongación del tiempo.

La falta de tiempo no se debe solo a eso
Según el nuevo estudio publicado en China, la pobreza temporal es más bien una cuestión subjetiva. Su metodología parte de un estudio anterior en el que se señalaba que, para tener un estado óptimo de salud mental, toda persona debería tener entre 2 y 5 horas diarias dedicadas a actividades placenteras. No se trata de terminar de trabajar y pasar el resto de la jornada cocinando, limpiando o contestando emails. Se deben hacer actividades que puedan considerarse ocio y que proporcionen placer a la persona.
Esto está claro. Sin embargo, había algo que llamaba la atención de estos científicos. ¿Por qué alguien que tiene más de 2 horas libres y dedicadas al ocio al día puede manifestar que se siente cansado y con falta de tiempo y una persona que solo dispone de 1,5 horas puede sentirse mucho más plena? ¿No va eso en contra de las investigaciones anteriores?
Para responder a esta cuestión, hicieron una serie de preguntas a un grupo de 250 personas. Tenían que contestar a cada cuestión, relacionada con su bienestar y su percepción del tiempo, con una puntuación, del 1 al 7. Al analizar los resultados, se comprobó que hay tres factores que afectan muchísimo a la percepción de falta de tiempo: la presión, la intensidad y la fragmentación.
Se puede tener mucho tiempo libre, pero si en medio de ese ocio hay que hacer muchas tareas cortas, se sigue percibiendo la falta de tiempo. Ocurre lo mismo si mientras desarrollamos tareas de ocio nos sentimos presionados para terminar las responsabilidades que hemos aparcado. E igualmente, si para tener ocio debemos hacer las tareas deprisa y con una intensidad superior a la normal, el tiempo libre no se disfruta igual. Al final, se percibe la falta de tiempo, aunque tengamos muchísimo tiempo libre.
¿Qué podemos hacer?
Para empezar, para que la percepción del tiempo sea un poco más parecida a la de los niños, es aconsejable hacer nuevas tareas. Podemos ocuparnos de que una parte de nuestro tiempo de ocio se dedique a aprender algo nuevo.

Más allá de eso, debemos buscar un tiempo libre de calidad, donde nos ocupemos solo de disfrutar de actividades que nos sean placenteras, con las mínimas interrupciones posibles y aparcando todo lo demás. También es importante que no nos exprimamos durante nuestras responsabilidades para poder tener tiempo de ocio. Aunque, lógicamente, eso no es solo cosa nuestra.
Las empresas tienen mucho que decir aquí. Las parejas, para compartir la carga del hogar y la familia, también son importantes. A veces, puede ser necesario recurrir a la ayuda psicológica. Pero, lo que está claro, es que no necesitamos días de 28 horas. Lo que nos hace falta son empresarios competentes, parejas corresponsables y un estilo de vida en el que el ocio no sea un premio, sino un derecho.

