El actor, director y guionista Eduardo Casanova ha anunciado este jueves que padece VIH. Si bien estrenará un documental junto a Jordi Évole en el que narrará su caso con más detalle, ha aprovechado esta semana para lanzar la noticia que lleva años callándose y para mostrar a quienes estén pasando por lo mismo que él que no están solos. Afortunadamente, hoy en día se pueden mandar mensajes esperanzadores con respecto a esta infección, ya que existen tratamientos para el VIH que permiten a los pacientes llevar una vida normal y larga.
Los medicamentos antirretrovirales evitan que el virus del VIH se pueda replicar, de manera que la infección, aunque nunca desaparece, se mantenga latente. Aun así, como bien señala Eduardo Casanova, el estigma ha llegado a ser casi peor que la enfermedad. El 80 % de los pacientes con VIH no se lo cuentan a casi nadie. Solo a sus personas más allegadas. El mensaje de este director de cine podría ayudar a muchos de esos pacientes a dar el paso y salir de las sombras.
Los antirretrovirales les han dado libertad para seguir viviendo, pero la sociedad y los perjuicios no les dejan disfrutar de esa libertad. Algún día, además, puede que incluso sea una enfermedad curable. Hay personas que ya han conseguido decirle adiós al virus por completo. Son solo unos pocos casos, pero hay mucha esperanza en lo concerniente a la medicina. Mientras que la sociedad se conciencia gracias a actos tan valientes como el de Eduardo casanova, vamos a ver nosotros cuáles son los tratamientos contra el VIH disponibles.
VIH no es lo mismo que SIDA
Para entender los tratamientos del VIH primero debemos saber cuál es la diferencia entre VIH y SIDA. Y es que, aunque a veces se usen indistintamente, no son términos equivalentes. El VIH es el virus de la inmunodeficiencia humana y, por lo tanto, se trata del patógeno que causa la infección. En cambio, el SIDA es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida: la enfermedad que causa el VIH.
El SIDA tiene lugar en las etapas más avanzadas de la infección de VIH. Por eso, si el virus se mantiene a raya a través de los tratamientos para el VIH, no llegará a producirse SIDA. Eduardo Casanova ha anunciado que tiene VIH, no que tenga SIDA. Esto es importante.

¿Cuál es el ciclo de vida de este virus?
Para entender cómo funcionan los tratamientos contra el VIH es importante conocer primero el ciclo de vida del virus.
Como cualquier otro virus, el VIH no tiene la capacidad de replicarse por sí solo. Necesita secuestrar la propia maquinaria de replicación de las células que infecta. Es decir, entra en nuestras células y emplea las herramientas que estas usan normalmente para replicarse. En el caso del VIH, las células a las que infecta son los linfocitos CD4, unas células muy necesarias para el buen funcionamiento del sistema inmunitario.
Una vez que el VIH se introduce en estos linfocitos, necesita entrar el núcleo, ya que es ahí donde se encuentra la maquinaria de replicación. Sin embargo, en un principio no puede, debido a que su material genético no está hecho de ADN, sino de ARN.

La maquinaria de replicación de nuestras células solo sabe funcionar con ADN. Por eso, el VIH contiene una enzima, llamada transcriptasa inversa, que transforma el ARN del virus en ADN sin que se pierda la información necesaria para que saque copias de sí mismo. Una vez obtenido ese ADN, ya sí que entra en el núcleo, integra su propio ADN en el ADN del linfocito y empieza a multiplicarse. Esas nuevas copias pueden salir de los linfocitos y buscar a otros que aún estén sin infectar, multiplicándose más y más.
Los linfocitos CD4 infectados pierden su capacidad de responder ante las infecciones, por lo que los pacientes, poco a poco, quedan más vulnerables frente a otras infecciones de patógenos o incluso frente al cáncer, ya que el sistema inmunitario también ataca a las células tumorales. Finalmente se acaba produciéndose ese síndrome de la inmunodeficiencia adquirida que, sin tratamiento, puede ser mortal.
¿Qué es lo que hacen los tratamientos contra el VIH?
Los principales tratamientos contra el VIH son los antirretrovirales, cuya función es inhibir la transcriptasa inversa. Si esta no puede funcionar, el VIH se queda con su ARN sin convertir a ADN, de modo que no puede entrar en el núcleo y es incapaz de seguir adelante con la infección.
Gracias a estos tratamientos contra el VIH, llega un momento en el que el virus es indetectable en la sangre. Por lo tanto, también es intransmisible. La probabilidad de contagio es prácticamente nula. Esto es importante que se sepa, ya que se eliminaría mucho estigma en torno al VIH.

Ahora bien, que el virus sea indetectable, que no haya SIDA y que el virus no se pueda transmitir, no significa que el VIH esté curado por completo. Todos los pacientes mantienen lo que se conoce como reservorio viral. Son linfocitos infectados con partículas virales que se mantienen latentes. No ponen en funcionamiento su transcriptasa inversa, por lo que el tratamiento no los ataca. Tampoco los ataca el sistema inmunitario, ya que están escondidos en células dormidas del propio sistema inmunitario. No es peligroso para los pacientes; pero, si llega un momento en el que dejan los antirretrovirales, esas partículas pueden activarse y empezar a multiplicarse. Por eso, los tratamientos contra el VIH deben mantenerse durante toda la vida.
Aun así, hay esperanzas
Los tratamientos contra el VIH han mejorado mucho en los últimos años. De hecho, en 2024 se publicó un estudio liderado por el IRSI Caixa en el que se demostraba que las personas que empezaron el tratamiento después de 2007 tienen un reservorio viral hasta cuatro veces menor que el de las personas que empezaron antes el tratamiento. Además, tardan mucho menos en llegar al punto en el que la carga viral es indetectable.
La calidad de vida de personas como Eduardo Casanova está mejorando muchísimo con toda esta investigación. Aunque dependan de un fármaco toda su vida, ese fármaco es cada vez más eficaz.
¿Podría curarse por completo alguien en la situación de Eduardo casanova?
A día de hoy hay siete personas que se consideran curadas del VIH. En realidad, esto es algo relativo. Se consideran curadas porque, científicamente, se ha llegado a ese consenso después de que pasen una cantidad suficiente de años sin virus detectable y en ausencia de antirretrovirales.
Esto ha sido posible gracias a una intervención quirúrgica que se descubrió por casualidad con el primer paciente curado de VIH: el paciente de Berlín. Se llamaba Timothy Brown y, además de VIH, tenía leucemia. Lo que no sabían cuando se sometió a un trasplante de médula para tratar esa leucemia es que el donante tenía en su ADN un gen mutado que protege frente al VIH. Al sustituir los propios linfocitos de Timothy por los de esta persona, se logró acabar con el reservorio viral, de manera que pudo dejar el tratamiento. Murió en 2020 tras recaer en la leucemia. Del VIH, en cambio, hacía 12 años que no tenía ni rastro.
El resto de pacientes que se han curado del VIH lo han hecho también a través de un trasplante de células madre de la médula ósea. Lo que se conoce como trasplante de médula. Se ha intentado siempre que las células tuviesen las dos copias del gen mutado que garantiza la protección frente al VIH. En algunos casos, en cambio, bastó solo con una copia y en otros con ninguna. El trasplante de células madre de la médula ósea, por lo tanto, parece ser una buena forma de tratar el VIH en un futuro, pero supone riesgos por los que, hasta que no se estudie más a fondo, no se puede hacer aún con pacientes que no tengan leucemia.
Lo que está claro es que hoy en día, con los tratamientos adecuados, el VIH ya no es lo que era. Los pacientes pueden tener una vida larga y plena. Solo falta que todos los países puedan acceder a esos tratamientos y que, en esos países y en el resto del mundo, se acabe con el estigma que a veces ahoga a los pacientes más que el propio virus.

