Como ocurre con tantas otras drogas psicodélicas, la función más conocida del LSD es como sustancia recreativa. Sin embargo, hace mucho tiempo que los científicos tienen este compuesto en el punto de mira por su potencial para tratar trastornos de salud mental. A veces pueden no ser suficientes, pero sí que, por así decirlo, abren la mente para que la terapia psicológica cale mejor. Aunque hay ocasiones en las que, directamente, el LSD podría reducir por sí solo la sintomatología. La cuestión es que toda la investigación que existe hasta el momento sobre LSD y depresión se ha llevado a cabo en laboratorios. No se ha probado su eficacia cuando son los propios pacientes los que lo toman en sus casa.
Al menos, no se había probado hasta ahora. Y es que un equipo de científicos australianos acaba de publicar los resultados del primer ensayo clínico sobre LSD y depresión en el que son los pacientes los que realizan las tomas directamente en sus hogares.
Es una fase de estudio muy preliminar, pero ha sido suficiente para comprobar que, al menos en microdosis, el LSD resulta seguro y eficaz para tratar la depresión.
La importancia de la microdosis para usar el LSD contra la depresión
El consumo descontrolado del LSD, así como de otras drogas alucinógenas, no es seguro en absoluto. Puede producirse una peligrosa desconexión de la realidad acompañada de otros síntomas como ataques de pánico, ansiedad o psicosis. Las personas que lo consumen pueden ponerse en peligro de muchas formas distintas o incluso poner en peligro a quienes las rodean.
No obstante, las evidencias sobre su eficacia a dosis controladas para promover la creatividad o tratar trastornos de salud mental son cada vez más sólidas. Por todo esto, la opción de los autores del estudio que se acaba de publicar fue recurrir a las microdosis. Este método consiste en pautar varias veces por semana lo que se conoce como dosis subperceptivas. Es decir, dosis muy inferiores a la que se considera necesaria para que haya unos efectos detectables. Una sola de estas dosis no haría nada. No obstante, en este caso se pautó a los voluntarios que tomaran estas dosis minúsculas de LSD dos veces por semana durante 8 semanas.

¿Qué ocurrió?
Solo dos semanas después del tratamiento con LSD contra la depresión se empezaron a manifestar los primeros resultados positivos. No obstante, estos continuaron incluso seis meses después de finalizar dicho tratamiento.
Antes de empezar el ensayo clínico, los participantes tenían, de media, una puntuación de 23,7 en la Escala de calificación de depresión de Montgomery-Åsberg (MADRS). Esta es una medida clínicamente verificada de la gravedad de los síntomas depresivos.
Finalizado el tratamiento, la media había disminuido hasta 9,50 e incluso hubo 9 participantes (de los 19 que participaron) que se clasificaron en remisión.
Por otro lado, apenas se detectaron efectos secundarios. Sí que hubo un paciente que abandonó el estudio por sufrir ansiedad, pero podría considerarse un caso de sugestión.
Hay limitaciones
Este estudio se ha realizado con solo 19 participantes y sin placebo. Podría haber mucha sugestión en los resultados. De hecho, las propias microdosis podrían estar actuando como placebo. Además, la muestra es demasiado pequeña.
No obstante, sea cual sea la causa de estos resultados tan positivos, parece que está más que justificado seguir avanzando en las fases de ensayos clínicos y probar estas microdosis de LSD con más personas y con experimentos mejor diseñados. Y es que el LSD es un claro ejemplo de eso que todos hemos escuchado alguna vez de que la importancia está en la dosis. En este caso, unas cuantas microdosis pueden mejorar muchísimo la vida de las personas.

