War of the Worlds, la más reciente película de Prime Video, parecía una adaptación ingeniosa de la célebre novela de H.G. Wells. Eso, al tomar la premisa de una invasión extraterrestre y transformarla en una exploración a la paranoia moderna sobre el control de datos e información. Solo que, el director Rich Lee transformó la idea en una caótica recreación de un ataque a gran escala contra suelo estadounidense, narrado desde una ventanilla de Teams de Microsoft. Más en concreto, todo lo que ocurre en el monitor de la oficina de Will Radford (Ice Cube). Este último, un funcionario del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense, encargado de la misión de salvar al mundo sin levantarse de su silla.
Si parece disparatado, es porque lo es. En especial, porque la cinta usa el formato screenlife de manera aleatoria y sin respetar, en lo más mínimo, las limitaciones del subgénero. Como se recordará, se trata de una variante del found footage que utiliza pantallas de dispositivos para contar su historia. Pero en War of the Worlds se utiliza de una manera torpe y la mayoría de las veces, casi paródica.
Will debe prácticamente solucionar una crisis a escala mundial, con el único recurso de hacer constante copy and paste de información. Eso y su ilimitado poder para conectarse con cada una de las cámaras de vigilancia a su disposición. Algo que se traduce en interminables secuencias del actor con cara de pocos amigos, mientras teclea a toda velocidad órdenes invisibles.

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Mucha ambición, poco ingenio en ‘War of the Worlds’

Claro está, que se trata de un esfuerzo por resumir la angustia actual por la hipervigilancia gubernamental. Pero War of the Worlds hace poco por hacer interesante una perspectiva semejante. El guion de Kenneth A. Goldey Marc Hyman, está más interesado en tratar de convencer al espectador — y jamás lo logra — que Will tiene el mayor poder del mundo en la punta de sus dedos.
A saber: la capacidad de conectarse con cualquier dispositivo con una cámara y controlarlo a su antojo. En lugar de profundizar en esa idea, la película muestra primeros planos de Ice Cube con el ceño arrugado. O, en el mejor de los casos, gritando a la pantalla. Una combinación demencial de elementos que se vuelve peor a medida que avanza la trama.

Lo peor llega cuando Will, que dedica buena parte de su trabajo a espiar a sus hijos distanciados, toma la decisión de enfrentar la invasión alienígena con sus métodos. Que no son otros que manipular a discreción y sin el menor sentido de la urgencia cámaras de vigilancia. Pronto, la lista de artefactos aumenta: Teslas y una amplia variedad de dispositivos, que incluye drones y hasta una cámara en un refrigerador. Todo, mientras, adelanta en paralelo una investigación sobre un programa secreto que, por razones confusas, es el responsable del ataque que sufre el planeta.
La pantalla del ordenador contra los invasores

Pero el gran problema de la película, es que es imposible tomarse en serio en ningún momento la situación. Mucho menos, cuando comienza a mostrar sus absurdas revelaciones. Por un lado, que Faith (Iman Benson) la hija de Will participa en una complicada investigación científica. Una que, para sorpresa de nadie, es imprescindible para detener la invasión. Por el otro, que Dave (Henry Hunter Hall), su hijo más joven, es un hacker responsable de un ciberataque a gran escala.
El mapa de situaciones caóticas llega a su momento más ridículo, cuando Will debe coordinar la defensa con sus dos hijos en línea. Eso, mientras los primeros planos le muestran usando un servicio de entrega por drones como arma militar de última generación. La producción es tan descuidada que, incluso en los giros más tensos, hace reír. Ya sea porque Will salva al mundo en una llamada por ZOOM o porque el esposo de su hija, debe enviar un pendrive de crítica importancia, a través de un servicio de encomienda.
Lo que empieza mal, acaba peor

Eso, sin contar las comunicaciones ultrasecretas con la NASA a través de una interfaz sospechosamente parecida a Slack, en la que está conectado todo funcionario de interés. La situación alcanza su punto más desordenado, cuando Will controla el ADN de extraterrestres, a través de un saboteo informático. Todo, mientras el edificio en que se encuentra estalla en llamas y su hija da a luz su primer nieto.
Para su final — tópico, cursi y predecible — la cinta parece olvidar su propia premisa, para enfocarse en el momento en que Will se reconcilia con su familia. Por lo que no queda del todo claro, cómo logró salvar la vida, evitar la catástrofe planetaria o qué ocurrió con el país, una vez que los extraterrestres fueron vencidos. De hecho, War of the Worlds no parece muy interesada en dar explicaciones, sino en dejar claro que Will, finalmente fuera de la pantalla, triunfó.
En la actualidad, War of the Worlds tiene un sorprendente 4 % de críticas positivas en el agregador Rotten Tomatoes. Lo que la convierte en una de las peores películas del año y hasta de la década. No obstante, a pesar del fracaso en crítica, lo cierto es que la cinta se ha vuelto un fenómeno viral. Eso, gracias a docenas de memes con el rostro de Ice Cube batallando con un teclado contra los alienígenas. Un fenómeno curioso que ya forma parte uno de los grandes momentos de la cultura pop del año.