‘La larga marcha’, crítica: el Stephen King más radical

‘La larga marcha’, crítica: el Stephen King más radical

Por fin llega a los cines de España La larga marcha, la nueva película basada en las novelas de Stephen King. Publicada en 1979 bajo el seudónimo de Richard Bachman, supone una de las apuestas más arriesgadas para llevar a los cines. Y es que la historia se centra en una caminata que se prolonga kilómetros y kilómetros. Algo, a priori, poco cinematográfico. Pero bajo la batuta del director Francis Lawrence (Soy leyenda, saga de Los Juegos del Hambre) y con guion de J.T. Mollner (Strange Darling), finalmente se ha hecho realidad.

La larga marcha nos presenta un mundo distópico donde un grupo de jóvenes arriesgarán su vida por dinero, participando en una brutal carrera donde solo hay un ganador y no hay línea de meta. Las reglas son muy simples: si bajas la velocidad de 5 kilómetros por hora, te darán un aviso. Si te paras, te darán un aviso. Si das la vuelta, te darán un aviso. Al tercer aviso, recibes tu pasaporte. A medida que los participantes en esta angustiosa carrera se adentran en el peligro incesante de la marcha, entablan una amistad profundamente conmovedora.

La larga marcha

El director Francis Lawrence adapta y eleva la novela de Stephen King con muchísimo acierto. El cineasta ofrece una propuesta simple sobre el papel pero que, como una cebolla, esconde infinidad de capas técnicas y narrativas que la convierten en uno de los mejores thrillers del año. Un extenuante filme lleno de tensión en el que cada paso puede ser el último.


























Puntuación: 4 de 5.

Una tensión in crescendo

Empezamos la crítica con el titular de que La larga marcha es el Stephen King más radical. Una afirmación arriesgada, sí. Pero no por ello menos cierta. Y es que aquí lo que nos encontramos no es ese terror con monstruos terribles que se alimentan de las pesadillas o seres sobrenaturales que llevan hasta la locura. En esta ocasión, lo que plantea la película es una historia mucho más apegada a la realidad para indagar en lo más profundo de la naturaleza humana.

Un thriller en el que los protagonistas son personas de carne y hueso que luchan contra sí mismas y contra el sistema. Contra un mundo lleno de injusticias frente al que se sienten pequeños, pero ante el que están dispuestos a luchar como David contra Goliat. Es una propuesta diferente y que, sin necesidad de sustos, resulta tremendamente impactante por su cercanía con el mundo real, con lo que está fuera de la pantalla.

La larga marcha es una feroz crítica contra la sociedad y los organismos de poder establecidos. Un alegato por la libertad materializado en un grupo de hombres que ponen un pie delante del otro sin parar. Pero no nos confundamos. Tampoco es un relato optimista. A medida que la película avanza, las víctimas que se cobran su “pasaporte” van subiendo en el contador. Con cada disparo y con cada kilómetro, la tensión aumenta. Progresivamente, nos aferramos más y más a nuestros asientos. Y, a base de ser machacona, a nivel emocional resulta demoledora.

La larga marcha

Un prodigio de la dirección

Lo que hace Francis Lawrence con La larga marcha es ciertamente dificilísimo. A casi cualquier director le parecería una locura intentar que dos horas de gente paseando puedan resultar interesantes para el gran público. Pero él lo logra con maestría. El cineasta, apoyándose en el brillante guion de Mollner, logra imprimir un ritmo muy dinámico a la película, que no decae en ningún momento.

La estructura es sencilla: plano general frontal con los protagonistas acercándose, primer plano de quien habla, plano lateral para mostrar reacciones del resto del grupo, algún plano trasero que los aleja de nosotros… Herramientas sencillas que el cineasta combina con muchísimo brío para que no nos aburramos y parezca que la película está viva.

Con La larga marcha, Lawrence entabla una conversación con los espectadores presentando temas muy interesantes entre sus protagonistas. Amor, lealtad, traumas del pasado, instinto de supervivencia… Con cuatro pinceladas ya se nos construye la personalidad de cada personaje y se nos deja entrever sus anhelos, sus sueños y deseos. Acompañado de un reparto muy entregado a la causa, todo se desarrolla con una naturalidad cinematográfica pasmosa.

La larga marcha

En definitiva, La larga marcha es un ejercicio de buen cine que, bajo una premisa simple y unos recursos bien utilizados, se convierte en una de las películas más sólidas del año. Una historia efectiva y extenuante que crece en tensión a medida que pasan los minutos. No necesita de grandes giros, sino que en su sencillez y desnudez logra hacernos partícipes hasta dejarnos sin aliento. La propuesta se consagra con su potente mensaje, desde el prisma distópico, sobre la situación del mundo actual.


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