Amazon Prime Video acaba de estrenar Edén, la nueva película del director Ron Howard (Una mente maravillosa, El Código Da Vinci, Willow). El filme, que pasó sin pena ni gloria por los cines en Estados Unidos, llega ahora al resto del mundo vía streaming dispuesta a arrasar. Y es que cuenta con un reparto de auténtico lujo: Sydney Sweeney, Jude Law, Ana de Armas, Vanessa Kirby y Daniel Brühl. Pero lo más interesante es que Edén se basa en una historia real que sucedió hace casi un siglo, en la década de 1930.
La película es un thriller provocador sobre supervivencia, que explora hasta qué extremos puede llegar el ser humano en la búsqueda de la felicidad. Basada en dos enfoques distintos de la misma historia real, Edén nos cuenta uno de los misterios sin resolver más fascinantes de la historia, el de una isla remota en las Galápagos donde fueron a vivir ocho personas y donde sobrevivieron menos de la mitad.
En la historia real de Edén, todo comienza con la decisión del doctor alemán Friedrich Ritter (Jude Law), un hombre que ante el auge del fascismo y el crack económico de la época, decidió marcharse del país. Pero en lugar de emigrar a, por ejemplo, Estados Unidos, optó por algo más radical. Junto a su paciente y amante Dore Strauch (Vanessa Kirby), en 1929 se asentó en la isla Floreana, de las Galápagos, a 1000km de la costa de Ecuador.

Ritter combatió en la Primera Guerra Mundial. Tras el conflicto, sufrió daños nerviosos y trastorno de estrés postraumático. Por su parte, Strauch padecía esclerosis múltiple. El plan del doctor en Floreana era construir una utopía, diseñar un nuevo orden mundial alejado de los sistemas que habían corrompido el mundo. Así, un día un locutor viajó a la isla como parte de una expedición oceánica y se encontró a la pareja. Muy pronto transmitió la noticia, que se convirtió en todo un fenómeno. La gente empezó a sentirse atraída por la historia real de Ritter y Strauch, a quienes definían como los nuevos Adán y Eva viviendo en su propio Edén.
Nuevos visitantes en Edén
Una vez que trascendió la historia del doctor y su amante en la isla, tres años después, en 1932, otra pareja de alemanes, Heinz y Margret Wittmer (Daniel Brühl y Sydney Sweeney) decidieron mudarse al mismo lugar. Ambos tenían un hijo bastante enfermo y confiaban en que el clima tropical de la utópica isla le ayudara a mejorar su condición. Además, Heinz era un alto cargo del gobierno de la República de Weimar, por lo que huyó cuando el nazismo y los enemigos de su régimen ganaron más relevancia.

Ese mismo año, algo más tarde, llegó un tercer grupo. La ostentosa baronesa Antonia Wagner von Wehrborn Bosquet (Ana de Armas) llegó con dos amantes, Rudolf Lorenz (Felix Kammerer) y Robert Philippson (Toby Wallace). Algunos rumores decían que había matado a una persona en París y que trató de huir del crimen. Otros, sin embargo, apuntan a que estaba casada con un héroe de guerra francés y que su suegra le pagó para que se marchara porque la despreciaba profundamente.
Sea como sea, la historia real es que los tres grupos convivieron en la isla del Edén. Cada uno, sin embargo, tenía su propia idea de utopía. Para Ritter y Strauch, se trataba de llevar una vida sencilla y austera, apegada al dolor. Para los Wittmer, lo ideal era estabilidad familiar y un buen ambiente para criar a sus hijos. Y para la baronesa, la isla era el enclave perfecto para un hotel de lujo.

La vida en la isla
La vida en Floreana era particularmente rural. Por un lado, siguiendo su ideal utópico, el doctor Ritter se quitó todos los dientes para prepararse para una vida en una isla sin dentistas. Además, la pareja llevó semillas para crear sus propios cultivos, complementándolo con huevos de gallinas y otros animales de la isla. En general se aclimataron rápido. Solían pasearse desnudos por su casa y Strauch incluso adoptó un burro como mascota.
Por su parte, los Wittmer cazaban animales de la isla para comer. También tenían un jardín con cultivos, luchando para que el ganado no se los comiera. En un primer momento se llevaron bien con Ritter y Strauch e incluso salían a cazar juntos. Aunque con el tiempo la relación se deterioró. Ambas parejas enviaban cartas a sus seres queridos metiéndolas en barriles y lanzándolos al mar en una zona de la isla donde pasaban barcos que podían recogerlos. Friedrich incluso escribió desde allí artículos para el Atlantic Monthly, lo que atrajo aún más visitantes y curiosos.

La baronesa era la que más problemas tuvo para adaptarse. De hecho, se comportaba de una forma bastante extraña y peligrosa. Por ejemplo, hería animales para luego curarlos. También se paseaba siempre con el libro El retrato de Dorian Grey como si fuese una suerte de talismán, pero no se sabe muy bien por qué. Y hasta intentaba seducir a los turistas, incluido al explorador George Allan Hancock, aunque no lo consiguió en este caso. En general, su relación con los Wittmer y con Ritter y Strauch era nula.
El final de la utopía
Es cierto que a Friedrich y Heinz Wittmer les unía una enemistad cada vez mayor contra la baronesa. Pero todo acabó cuando, en 1934, la mujer desapareció misteriosamente junto a su amante Philippson. Aunque la historia real no es la misma que se ve en Edén, aún a día de hoy nadie sabe qué fue de ellos. Ritter culpó a los Wittmer, aunque se supone que no es cierto. Otra teoría sugiere que el otro amante de la baronesa, Rudolf, los mató en secreto con la ayuda de Friedrich.

Sea como sea, ese mismo año Friedrich Ritter también murió tras comer carne de pollo en mal estado. No se sabe a ciencia cierta si fue envenenado, aunque hay indicios de que podría ser el caso. Y es que su mujer, Dore, empezaba a temerle tras lo sucedido con la baronesa. Por eso, ni siquiera se apresuró en pedir ayuda para su marido cuando este se moría. Un año después, ella misma abandonó la isla. Eso dejaba a los Wittmer y a Rudolf como únicos supervivientes.

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El último muerto de 1934 fue el propio Rudolf, el segundo amante de la baronesa, que intentó escapar de la isla en un barco noruego. Su cuerpo apareció misteriosamente en otra de las islas Galápagos un mes después. Al final, en la historia real de Edén, los Wittmer fueron los únicos que sobrevivieron en Floreana. A día de hoy, sus descendientes aún regentan un hotel en la isla.
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