He recibido una alerta por DANA: ¿Y ahora qué?

He recibido una alerta por DANA: ¿Y ahora qué?

Hace poco más de un año, las alertas en el teléfono móvil por una emergencia meteorológica nos parecían algo propio de películas de fin de semana. Como mucho, estarían en la vida real de los estadounidenses, pero todos las veíamos como algo lejano. Sin embargo, la DANA de Valencia lo cambió todo. Si bien el sistema de alertas español, Es-Alert, se utiliza desde 2023, fue hace ahora poco más de un año cuando se hizo el gran aviso que lo cambió todo. De repente, nos dimos cuenta de que las alertas también van con nosotros y que eso de “a mí nunca me va a pasar” no es una predicción infalible. 

A raíz de la DANA se envían más alertas y, sobre todo, más personas las toman en serio. Pero, incluso así, siguen sin calar como deberían. Muchas veces, las recibimos y no sabemos cómo actuar. Otras veces pensamos que en realidad son demasiado conservadoras y que lo más probable es que no pase nada. Pero lo cierto es que los desastres ocurren y una emergencia meteorológica puede ser fatal si no se toman medidas con la antelación necesaria.

Posiblemente, este otoño recibiremos más alertas y es importante que sepamos cómo actuar. Por eso, para entender mejor todo lo que hay detrás de este tipo de alarmas, en Hipertextual nos hemos puesto en contacto con Rubén del Campo, Portavoz y Coordinador de información meteorológica y climatológica de la Agencia Estatal de Meteorología, (AEMET) y Marta López-Saavedra, doctora en Ciencias de la Tierra e investigadora del Servicio de Evaluación y Gestión de Riesgos Naturales del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, del CSIC. Esto es lo que hemos aprendido.

Para empezar, no es lo mismo un aviso que una alerta

No debemos confundir las alertas que recibimos a través de Es-Alert con los avisos meteorológicos que nos informan sobre los distintos niveles de riesgo que hay en relación a las predicciones. 

“Los avisos que lanzamos desde AEMET se hacen en función de un posible peligro meteorológico, que puede venir dado por lluvias, vientos, temperaturas, nevadas, mal estado de la mar, etc”, explica del Campo. “En función de ese peligro meteorológico, si se prevé que se vayan a superar unos determinados umbrales, se lanzan distintos niveles de aviso: amarillo, naranja o rojo”.

DANA en Valencia
Los avisos y las alertas no son lo mismo. Crédito: Freepik

Esta información se pone a disposición de la población a través de la página web y las redes sociales de la AEMET, pero también se envía a los servicios de protección civil. Entonces, son ellos los que, teniendo en cuenta otros factores, deciden si es necesario lanzar una alerta meteorológica. “La principal diferencia es que el aviso se basa en el peligro meteorológico en sí, es decir, en esta superación de los umbrales determinados que pueden suponer un peligro para la población”, relata el meteorólogo. “En cambio, las alertas se basan en la valoración del riesgo”. Un riesgo que, según continúa el experto, se basa en la exposición y vulnerabilidad de la población.

Podemos verlo con un ejemplo. Si cae una lluvia torrencial, ese es el peligro: una cantidad de lluvia muy intensa en un determinado periodo de tiempo. Sin embargo, “el riesgo viene dado luego por distintas circunstancias”. Por ejemplo, “si esa lluvia torrencial va a caer en una zona inundable o en una zona densamente poblada”. Si la zona está densamente poblada, la exposición es alta. Si es una zona inundable y las viviendas son de planta baja, la vulnerabilidad de la población es mayor. Todo eso es lo que valoran las autoridades de protección civil antes de lanzar las alertas. 

La emergencia meteorológica que nunca llega

A raíz de lo ocurrido en la DANA de Valencia, las autoridades de protección civil están tomando la decisión de activar muchas más alertas por emergencia meteorológica. De hecho, mientras que desde que se implantó el sistema Es-Alert en 2023 hasta la DANA se habían emitido 45 alertas, en los 15 días posteriores se emitieron 29. Esto ha podido generar en la población la sensación de que las alertas son demasiado alarmistas y, por lo tanto, nunca llega a cumplirse la emergencia meteorológica que anuncian. No obstante, aquí hay dos grandes errores. 

Por un lado, debemos recordar que, de base, las alertas se basan en avisos y, en el caso de la meteorología, esos avisos son predicciones. Los meteorólogos tienen modelos atmosféricos, no bolas de cristal. Nuestra atmósfera, por su parte, es bastante caótica, de modo que es imposible hacer predicciones exactas. Aun así, con pocos días de antelación, podemos tener una idea aproximada de lo que podría pasar. Son predicciones muy buenas, las mejores que podríamos tener, pero no son infalibles. Por eso, si no ocurre exactamente lo predicho, no es culpa de nadie.

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En algunos lugares de Valencia ni siquiera había llovido antes de las inundaciones. Crédito: Manuel Pérez García and Estefania Monerri Mínguez. (Wikimedia Commons)

Por otro lado, a la hora de decidir si se lanza una alerta, se tienen en cuenta desde factores demográficos hasta cuestiones económicas. Todo esto no deja de ser una opinión. La opinión de expertos, pero una opinión al fin y al cabo. Es lógico que se haya optado por ser más conservadores después de lo ocurrido el año pasado con la DANA, pero eso no implica que no se esté tomando una decisión adecuada. Siempre será mejor prevenir que curar.

Hablando de avisos, ¿cómo se interpreta el código de colores?

Según del Campo, ante un aviso amarillo lo que hay que hacer es estar atentos. “El peligro en general es moderado, pero algunas zonas o población vulnerable pueden sufrir impactos”.

Por ejemplo, con un aviso amarillo por lluvias, “no sería buena idea hacer barranquismo”. Es un nivel de peligro moderado, pero para determinadas actividades puede ser ya peligroso. “Con un nivel naranja el peligro es importante, ya que los bienes y la población vulnerables o expuestos pueden sufrir impactos graves”. Es decir, “con un aviso naranja por lluvias puede haber algunas crecidas o inundaciones”. Finalmente, con un aviso rojo “el peligro es extraordinario, es decir, los bienes y la población vulnerables o en zonas expuestas ya pueden sufrir impactos muy graves o catastróficos”.

Dicho esto, debemos tener esto en cuenta y tomar decisiones basadas en el sentido común. En caso de que protección civil haya tomado la determinación también de lanzar una alerta por emergencia meteorológica, habría que seguir las indicaciones de dicha alerta, pero igualmente el sentido común es importante.

La divulgación antes de la DANA habría sido esencial

Aquí es donde entra el problema. La DANA nos sirvió para tomar conciencia sobre el riesgo de una emergencia meteorológica, como la pandemia de COVID-19 nos hizo entender la importancia de llevar mascarillas cuando se tienen síntomas respiratorios. No obstante, igual que ya vemos a muchas personas tosiendo y estornudando en los hospitales sin ninguna protección, no sería raro que en poco tiempo pasase lo mismo con las emergencias meteorológicas. Y es que, como bien explica Marta López-Saavedra, no podemos esperar aprender solo de las emergencias. Es importante prevenir y educar con suficiente antelación.

Enfermedades raras y educación
Algunas de estas medidas deberían estudiarse en los colegios. Crédito: Unsplash

“El nivel de aprendizaje o el ritmo de aprendizaje no responden al ritmo real de este tipo de eventos, mucho de los cuáles están aumentando su frecuencia”, señala. “Pero también hay un problema de sostenibilidad del aprendizaje en el tiempo, ya que aprendemos cositas, pero si aprendemos 20, después de cinco años ya nos vamos olvidando de 10 y mañana de 15 y al final nos hemos quedado a lo mejor con un solo aprendizaje”.

Por otro lado, cuando se trata de situaciones locales, como la DANA de Valencia o el volcán de la Palma, muchas veces el aprendizaje se restringe justo a esa zona. “Los aprendizajes quedan en el lugar donde realmente ocurrió el evento, pero los que estamos alrededor, que no nos tocó de lleno, lo vamos olvidando”.

Para la experta, todo esto se soluciona con divulgación, pero de modo que el mensaje se distribuya de la manera adecuada. 

“Eso se tendría que empezar a trabajar por ejemplo desde los colegios, para que fuera una formación obligatoria en ciertos temas, y luego que toda esa formación fuera sostenida”, opina López-Saavedra. “En general tiene que haber un esfuerzo por parte de la sociedad y cuando digo sociedad no solo digo el ciudadano de a pie, sino las instituciones, las autoridades, el departamento de educación o quien tenga que ser para formar a esa población y concienciarla sobre estos temas”.

“Nunca me va a tocar a mí”: Ojalá, pero mejor no te la juegues

A menudo, ese “nunca me va a tocar a mí” se basa en que vivimos en lugares en los que no es habitual que ocurran este tipo de situaciones. Sin embargo, López-Saavedra nos recuerda que la población se mueve y por eso es importante que todos tengamos una formación básica. 

“A lo mejor en tu ciudad no te puede ocurrir, pero la gente se mueve, la gente viaja. Hubo turistas que estaban en Valencia, hubo turistas que estaban en La Palma. No está de más aprender estas cosas, ya que, aunque tu región no sea propensa a esos riesgos, en algún momento dado te puede venir y tenemos que estar preparados un poco para todo”.

Entonces, ¿qué hacemos al recibir una alerta por DANA u otra emergencia?

Este es uno de los grandes conflictos que han surgido con Es-Alert. La población recibe las alertas, el aviso está hecho. ¿Pero saben interpretarlas?

qué hacer al recibir una alerta
El primer paso es valorar por qué hemos recibido la alerta. Crédito: Freepik

“Desarrollamos algo que es súper top y que a lo mejor tiene un potencial de utilidad muy grande, pero no se aprovecha bien porque, por ejemplo, no se le ha explicado primero a la población en qué consiste una inundación”, avisa López-Saavedra. Para ella, no solo debemos avisar, también es importante concienciar. “Si la gente estuviera informada sobre cómo funciona una inundación, esa alerta sería súper útil”, relata la doctora en Ciencias de la Tierra.  “Por otro lado, está la responsabilidad que tenemos como sociedad”. Con esto, no hace referencia a que seamos culpables de lo que nos pase, pero sí a que debemos abandonar esa idea de que las autoridades siempre nos van a salvar. Nosotros también debemos saber cómo actuar.

“Hay una parte de autoprotección y de responsabilidad en hacer frente o actuar frente a cualquier tipo de riesgo”, añade la científica. “Pensemos en que no es cuestión de correr como pollos sin cabeza y hacer un drama, pero sí de empezar analizando la situación”. 

Ese es el primer paso. Nos ha llegado una alerta. ¿Por qué? Puede ser por lluvia, por ejemplo. Pero quizás veamos que no llueve y pensemos que la alarma no tiene importancia.  “No subestimemos la capacidad o el poder que tiene cualquier riesgo”, advierte López -Saavedra.  Durante la DANA de Valencia, por ejemplo, en muchos de los lugares que se inundaron con la riada no había llovido, por lo que la población no hizo caso a las advertencias de la alerta.  “Eso es una falta de conocimiento que no es culpa de la población, sino del sistema en el que nadie le ha enseñado a esa población que no hace falta que llueva para que venga una riada”. Por lo tanto, para López-Saavedra es esencial la consciencia sobre la situación y la no subestimación de la misma. 

Para Rubén del Campo, lo más esencial es la información. “Lo que hay que hacer si se recibe una alerta en el móvil es seguir las instrucciones que se proporcionan en esa alerta y la información adicional que pueda obtenerse de las autoridades de protección civil en diferentes medios, como puede ser internet o medios de comunicación, digamos clásicos, como radio o televisión”.

En resumen

Esto significa que, a grandes rasgos, si recibimos una alerta lo más importante es que no nos confiemos. Puede que no ocurra nada, pero si se ha enviado es porque hay una probabilidad alta de que haya una emergencia meteorológica. Que no haya llovido o no esté lloviendo no es indicador de nada. Si la alerta dice que no salgamos de casa, debemos hacer caso y mantenernos atentos a posibles cambios en la información. 

Es cierto que el contenido de las alertas en España es aún algo escueto. Lo ideal sería que se den indicaciones concretas ajustadas al tipo de emergencia en cuestión. Incluso si se trata de una emergencia meteorológica, más concretamente una inundación, pueden ser muy distintas entre sí. Puesto que hasta ahora no se dan medidas tan concretas, suelen aportarse directrices generales de autoprotección. Lo demás, como señala del Campo, debe venir en cada caso de la información proporcionada por protección civil. De todos modos, si la alerta dice que te quedes en casa, hazlo. Si se ha valorado que puede ocurrir algo, es posible que pase. 

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Alguien en silla de ruedas no debería vivir en una planta baja que puede verse afectada por una riada. Crédito: Nayeli Dalton (Unsplash)

La actuación previa es esencial, pero más previa de lo que piensas

Ya hemos visto que una emergencia meteorológica es motivo de alerta cuando las consecuencias del evento en cuestión afectan a zonas muy expuestas a población vulnerable. Por eso, la prevención es esencial. Y la prevención no consiste solo en educar a a la sociedad, sino también en reducir esa población vulnerable. Marta López-Saavedra lo explica con un ejemplo muy sencillo. “Lo que no podemos tener es gente con discapacidad viviendo en un bajo al lado de un barranco susceptible a sufrir una avenida torrencial”. Una avenida torrencial es una crecida muy rápida de agua causada por lluvias torrenciales. Muy coloquialmente, se puede ver como una avalancha de agua. Lógicamente, ante una situación así, una persona en silla de ruedas no tiene margen para ponerse a salvo. Por eso es tan importante que esa población vulnerable no viva en ese tipo de sitios. 

“¿Cómo podemos evitar que esa gente viva ahí?”, se pregunta la científica del CSIC.  “Eso ya no me compete a mí, pero yo de entrada veo que, al menos los bajos que dan a un barranco, deberían ser quizás locales de comercios, pero no viviendas con gente viviendo en silla de ruedas”.

Y es que este es el último detalle que debemos tener en cuenta. Tanto Rubén del Campo como Marta López-Saavedra han hecho mucho hincapié en que la declaración de una emergencia depende de muchos factores. Por supuesto hay factores científicos, pero también económicos, sociales y muchos más. En el engranaje necesario para evitar desgracias se encuentran los científicos, la población, las autoridades de protección civil, los cuerpos de seguridad y los políticos, entre otros. Es importante que cada diente de la rueda funcione bien para que se mueva adecuadamente. Lo que no podemos hacer es intentar construir el engranaje con el agua al cuello. La prevención pasa, para empezar, por la coordinación de todos esos actores. Se acerca una nueva época de lluvias. Es buen momento para empezar a construir la rueda. 


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