En el pasado, ponerse bótox era casi tabú. Quien lo hacía, generalmente lo ocultaba. Insistían en que esa piel tan tersa era una cuestión de genética. Hoy en día está mucho más extendido y la gente no se corta tanto a la hora de contarlo. De hecho, rara es la persona famosa que no recurre a estas inyecciones a partir de cierta edad. Pero si hay algo que sí sigue siendo tabú, a pesar de aumentar cada vez más las consultas sobre el tema en clínicas estéticas, es el bótox en los testículos, más conocido como scrotox.
La base científica es la misma. Se usan dosis muy bajas y controladas de una toxina bacteriana capaz de paralizar ciertos músculos mediante la inhibición de las señales nerviosas que conducen a su contracción. Esto es muy útil para estirar las arrugas asociadas a expresiones faciales, como las de la frente o las famosas patas de gallo. En el caso del bótox en el escroto, se ha usado durante mucho tiempo con fines médicos. Por ejemplo, se ha visto que puede bloquear algunos nervios encargados de la transmisión del dolor, de modo que se usa para tratar el dolor escrotal.
También puede prevenir la sudoración escrotal excesiva e incluso es posible utilizarlo en casos en los que haya riesgo o antecedentes de testículos retráctiles. Estos se dan cuando el testículo se desplaza hacia arriba a través del canal inguinal por una contracción involuntaria del músculo cremáster, que conecta el testículo con la región abdominal.
Sin embargo, en los últimos años ha aumentado su uso en busca de unos testículos más lisos, sin arrugas. Esto, aunque cada cual es libre de tomar sus decisiones, es mucho más innecesario. Y lo peor es que, según algunos expertos, también puede entrañar ciertos riesgos.
¿Funciona pincharse bótox en los testículos?
Sí, pincharse en el escroto (es ahí y no directamente en los testículos) funciona para todo lo mencionado anteriormente. Ayuda a reducir el dolor, puede prevenir los testículos retráctiles y, lógicamente, alisa su aspecto, como si nos inyectamos esta sustancia en las patas de gallo.
Es cierto que no es algo permanente, por lo que quienes quieran mantener sus efectos deberían pincharse bótox en los testículos cada 6-9 meses. Pero ojo con los riesgos.

¿Cuáles son los riesgos del scrotox?
El uso de scrotox también tiene ciertos riesgos. Los más habituales y menos graves son el dolor en el lugar de la inyección y la hinchazón leve. Más desagradables, pero no graves, son las asimetrías. Un poquito peor es la pérdida de sensibilidad escrotal y, para terminar, no podemos obviar los posibles efectos más graves.
Por un lado, aunque raro, podrían darse infecciones. Y, por otro, hay expertos, como el urólogo Seth Cohen, del NYU Langone Medical Center, que advierten que la inyección de bótox podría interferir en la calidad del esperma. Esto es así porque otra función del músculo cremáster es acercar y alejar los testículos al cuerpo para regular la temperatura y que se mantenga a los 35 ºC a los que mejor se mantienen los espermatozoides. De hecho, esta es la razón por la que los testículos, al contrario que los ovarios, están fuera del cuerpo.
Si se altera la contracción del cremáster, podría alterarse también la temperatura de los espermatozoides, disminuyendo así su calidad.

Todos estos posibles riesgos se tienen en cuenta cuando un paciente se somete al scrotox por motivos de salud. También debe informarse cuando se hace con fines estéticos. ¿Pero vale la pena correr incluso el más mínimo riesgo solo para alisar el escroto? Y más importante aún, ¿por qué hay tantos hombres pinchándose bótox en el escroto cuando se han desarrollado algunos anticonceptivos masculinos que han generado bastante rechazo en fases de investigación por administrarse mediante inyección en los testículos? Esto sí que es un misterio. ¿Es un escroto liso más importante que dejar de cargar a las mujeres con el peso de la concepción?

