Los vaivenes que están dando muchas instituciones, y no solo Europeas, respecto a la regulación de los vehículos de combustión sigue trayendo cola. ¿La última? Europa ha pegado un volantazo respecto a las restricciones de los coches de combustión y que va a cambiar el panorama a largo plazo. Y ojo, que tras las presiones de Alemania, las cosas van a cambiar (y mucho). Algo que, como es lógico, no le ha sentado bien a Pedro Sánchez.
Sobre la mesa, la propuesta de la Comisión Europea de reducir la limitación de emisiones de CO2 del 100% al 90% para los coches nuevos que salgan al mercado en 2035. O dicho de otra forma: se termina con la prohibición de vender coches de combustión a partir de dicho año, aunque lógicamente su producción se reduzca. Y como decimos, Alemania también está echando un pulso a Europa en torno al coche eléctrico y apunta a que “hay que acabar con este debate lamentable” apostando fuertemente por un mensaje claro sobre los eléctricos.
De momento, todo esto viene de Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo, que es el que ha abierto la posibilidad de que la UE abandone su plan de prohibir la venta de coches de combustión para 2035. Sus palabras, de hecho, están lejos de reflejar posibilidades remotas: “Para las nuevas matriculaciones a partir de 2035, los fabricantes de automóviles tendrán ahora como objetivo obligatorio una reducción del 90% en las emisiones de dióxido de carbono”.
Pedro Sánchez arremete sobre la propuesta de Europa
Estos cambios de última hora no le han sentado nada bien para al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que ha arremetido contra Alemania, Italia y media Europa por estas pretensiones: «Es un error histórico de Europa porque la competitividad se garantiza por la sostenibilidad y no debilitando nuestros compromisos climáticos», decía el presidente en el acto de “Avanzando en el pacto de Estado frente a la Emergencia Climática”.
No obstante, las pretensiones de la Comisión Europea no están escritas en piedra, y todo puede cambiar, tanto en un sentido como otro. De momento, este cambio debe ser negociado entre el Consejo y el Parlamento Europeo para conformar un cambio regulativo que relaje estos compromisos medioambientales, y además entra en la ecuación la necesidad (y la posibilidad) de que deben ser los propios fabricantes los que “compensen” con “créditos” obtenidos a partir del uso del llamado “acero verde” producido en la UE o de biocombustibles, algo que puede poner en contra de la propuesta de parte de la industria europea del automóvil.
Sea como sea, todavía queda mucho debate por delante, y no sería de extrañar más cambios y propuesta en torno a este tema por la presión, no solo de los fabricantes, también de los propios consumidores que ven en el eléctrico una enorme barrera de entrada por el precio, algo de lo que son conscientes las autoridades europeas.
