Dick van Dyke, el actor conocido por películas tan entrañables como Mary Poppins o Chitty Chitty Bang Bang, acaba de cumplir 100 años este mes de diciembre. Como cualquier centenario, especialmente siendo famoso, no para de recibir la misma pregunta: ¿cómo has conseguido llegar a esa edad? Y él lo tiene claro. No duda que el truco de su longevidad es no enfadarse nunca y tener siempre buen humor.
La verdad es que suena un poco a consejo de taza motivacional. ¿Pero tiene algún sentido? Según ha explicado en The Conversation Jolanta Burke, profesora del Centro de Ciencias de la Salud Positiva de la Universidad de Medicina y Ciencias de la Salud de Irlanda, sí que tiene sentido. Al menos hasta cierto punto.
En su artículo, esta científica cita varios estudios en los que se vio una gran correlación entre el estado de ánimo positivo y la longevidad. También explica a qué puede deberse esa correlación. Aunque, más allá de las consideraciones de estos estudios y las conclusiones de esta científica, también debemos tener en cuenta que no siempre se puede tener el buen humor de Dick van Dyke.
¿Cómo se relaciona el estado de ánimo con la longevidad?
Burke cita un estudio de la década de 1930, en el que se pidió a 678 novicias de poco más de 20 años que escribieran un diario a lo largo de su vida. 60 años después, se recogieron esos diarios y se comparó su contenido con los datos de salud de cada una de estas monjas, ya veteranas.
Así, se vio que las que en su juventud refirieron su estado de ánimo de una forma más positiva vivieron, de media, diez años más.
Otro estudio sobre estado de ánimo, publicado por científicos de Reino Unido en 2019, señaló que las personas optimistas viven entre un 11 % y un 15 % más que sus homólogas pesimistas. Y más tarde, en 2022, otro estudio, realizado con 160.000 mujeres de diferentes orígenes étnicos, también concluyó que las más optimistas tenían más probabilidad de vivir hasta los 90 años.
Todo esto podría explicar también el caso de Dick van Dyke. ¿Pero por qué?
Según Burke, la clave no está tanto en la positividad como en la reducción del estrés. Normalmente, las personas más optimistas, que pasan más tiempo de buen humor, suelen estar menos estresadas y, sobre todo, tener menos ataques de ira puntuales o ira sostenida. Recordemos que, específicamente, Dick van Dyke dijo que su truco está en que nunca se enfada.

Se ha comprobado que la ira, incluso si es puntual, puede afectar a la salud del corazón. Cuando además se mantiene, normalmente por estrés crónico, esa salud se puede ver aún más resentida, aumentando además el riesgo de enfermedades como la hipertensión o la diabetes tipo 2; que, a su vez, también son peligrosas para la salud cardiovascular.
Por otro lado, el estrés afecta la longitud de los telómeros. Estos son una especie de capuchas protectoras que se encuentran en los extremos de los cromosomas. Cuando las células se dividen, los cromosomas se acortan; pero, gracias a que tienen los telómeros, compuestos por ADN que no codifica ningún gen, ese acortamiento ocurre en la capucha, no en el ADN codificante importante. Por todo esto, cuantos más cortos sean los telómeros, más envejecida está una célula.
Si el estrés contribuye a acortar los telómeros, se podrán realizar menos divisiones celulares de forma segura, por lo que el envejecimiento se acelera. Las personas con telómeros muy cortos tienen una edad biológica elevada, a veces incluso por encima de la cronológica. Si Dick van Dyke ha conseguido regular el estrés, también ha protegido sus cromosomas, facilitando unos telómeros más largos.
Ser optimista no es fácil y tampoco debe ser una obligación
Burke aconseja, para quienes quieran mantener a raya la ira, no recurrir a los típicos trucos de gritar contra una almohada, correr o golpear un saco de boxeo. Según ella, eso sigue conduciendo a un estado de estrés. Puede que se libere más rápido, pero el cuerpo sigue experimentando esa activación. A cambio, recomienda recurrir a actividades como la meditación o el yoga.
Ahora bien, más allá de todo lo que dice ella, debemos tener en cuenta que no todos somos Dick van Dyke. Cuando eres un actor con la vida resuelta, es más fácil no enfadarse. Si tienes tres trabajos y aun así no llegas a fin de mes, no es tan fácil. Cuando tus jefes no te valoran o tus compañeros te tratan mal, no es sencillo ser optimista. Tampoco lo es cuando alguien de tu familia tiene una enfermedad o cuando no puedes vivir ajeno a que vives en un mundo en el que los poderosos bombardean ciudades enteras sin importarles las víctimas que dejan a su paso.
Dick van Dyke vive en ese mismo mundo y también habrá tenido problemas. De hecho, reconoció que durante una época de su vida fue adicto al alcohol. Es muy loable que lo haya llevado con buen humor. Pero no podemos caer en pensar que el buen humor y el optimismo son una obligación o una llave para vivir un siglo.

¿Por qué debemos tener cuidado con eso?
Si vemos el optimismo como una obligación o la única llave para salvarnos caeremos en la culpabilidad. Podemos pensar que si estamos enfermos o muy estresados es que no nos hemos esforzado en ser positivos. Por lo tanto, para vivir lo máximo, o al menos lo mejor posible, lo ideal es jugar las cartas que nos tocan sin culpabilidades y maximizando hasta donde podamos el autocuidado. Está claro que debemos hacer todo lo posible por reducir el estrés y que este es peligroso para nuestra salud, pero debemos entender que el contexto también influye mucho.
Céntrate en cuidar de ti, siguiendo estas medidas dentro de tu contexto. Buscar ayuda psicológica cuando se necesite, comer sano, pero sin culpas, hacer ejercicio, pero sin restricciones peligrosas, socializar, vivir… Y capear lo que venga como mejor podamos. Por desgracia, no siempre puede hacerse con una sonrisa en la cara, pero eso también está bien.

