Dé qué va ‘El club del crimen de los jueves’, la esperada película de Netflix con Pierce Brosnan

Dé qué va ‘El club del crimen de los jueves’, la esperada película de Netflix con Pierce Brosnan

El club del crimen de los jueves, la nueva película de Netflix, es una rareza en el género de detectives y homicidios por resolver. En lugar de curtidos policías, un investigador excepcional o, incluso, un equipo de expertos, los protagonistas son un grupo de ancianos retirados. Uno, además, unido por una pasión poco tradicional: la de resolver crímenes en su tiempo libre. Pero cuando deban dedicar esfuerzo, experiencia y habilidad a un caso especialmente difícil, descubrirán que su pasatiempo puede volverse peligroso. 

Claro está, el giro es muy parecido a otras premisas semejantes como el éxito Solo asesinatos en el edificio. Pero la cinta, dirigida por Chris Columbus, tiene un elemento adicional que la distingue: proviene de un universo en constante expansión. La novela de Richard Osman ya tenía todos los ingredientes para convertirse en un fenómeno: millones de ventas internacionales, traducciones en decenas de lenguas y un éxito inmediato en el Reino Unido. 

Llevar El club del crimen de los jueves al cine no era, por lo tanto, un simple experimento. En realidad, es la oportunidad para demostrar el poder de dos gigantes de la industria: Netflix y Amblin Entertainment. Ambas empresas apuestan por un primer proyecto que demuestre no solo sus intenciones, sino su manera de explorar en la ficción. Por lo que, lejos de ofrecer la típica intriga criminal con detectives de manual, la película parte de un lugar poco común. 

Una segunda oportunidad para ancianos sofisticados y algo mordaces que, en lugar de resignarse a la vejez, se obsesionan con seguir investigando. La apuesta consiste en mezclar humor y misterio en dosis equilibradas, con un tono que no cae en la caricatura pero tampoco en la solemnidad. En ese terreno intermedio se construye un relato fresco, pensado para atraer tanto a lectores devotos del libro como a espectadores en busca de entretenimiento ligero pero bien armado.

Érase una vez, un grupo de veteranos

Para interpretar a los queridos personajes del libro, la producción reúne a varios de los mejores talentos británicos en sus años dorados. Helen Mirren, Pierce Brosnan, Ben Kingsley y Celia Imrie forman un grupo encantador, sofisticado y entrañable. Cada uno aporta un magnetismo distinto y, en conjunto, ofrecen un retrato coral donde la edad deja de ser un límite y se convierte en una fuente de carisma. El atractivo de esta selección está en que ninguno de ellos necesita probar nada; su sola presencia ya legitima el tono entre la comedia refinada y el drama ligero. De ahí que la dirección tenga margen para potenciar sus cualidades, confiando en que el público disfrute de verlos interactuar con naturalidad y chispa.

Por otro lado, Chris Columbus, un director con experiencia en películas familiares y grandes franquicias, sabe cómo equilibrar la intriga con la calidez que exige el proyecto. De modo que la cinta respeta el espíritu de la novela y, al mismo tiempo, dota a cada actor de momentos para brillar. El personaje de Elizabeth (Mirren), se convierte en el centro de la acción. Ella lidera al club tras la enfermedad de su amiga, la fundadora original, cuya presencia permanece como una sombra emocional constante. El pasado enigmático de Elizabeth añade tensión y abre la posibilidad de que su vida esconda vínculos con servicios de inteligencia. 

A Elizabeth la acompaña Ron (Brosnan), cuya energía y afición futbolística lo convierten en el responsable de las notas más desenfadadas. Ibrahim (Kingsley), es más introspectivo, un psiquiatra que observa con inteligencia y lucidez las motivaciones humanas. Finalmente, Joyce (Imrie) encarna la novata entusiasta, completa un grupo que mezcla experiencia, humor y misterio. Lo interesante es cómo cada uno aporta un registro distinto, de forma que el equipo nunca se percibe homogéneo. La diversidad de personalidades mantiene vivo el relato y evita que el ritmo se estanque en una única perspectiva.

Un enigma que resolver

El misterio central de El club del crimen de los jueves explora en el asesinato del propietario del complejo residencial, Tony Curran (Geoff Bell), un hecho que dispara la trama y convierte a todos los residentes en potenciales sospechosos. Su socio, interpretado por David Tennant, un empresario despiadado con planes despiadados, llega para imponer la ley del dinero. De modo, que pronto los residentes deberán enfrentar la posibilidad de desalojo.

Algo que añade una capa de tensión social: la amenaza de perder el hogar convierte a los ancianos en víctimas potenciales de un sistema que prioriza las ganancias sobre las personas. En esta dinámica se introduce la investigación amateur del club, que funciona como contrapunto irónico a la ineficacia de las autoridades.

El paralelismo con clásicos televisivos como Murder, She Wrote se hace evidente, aunque aquí el tono es más retorcido. El enigma se despliega a través de sospechas múltiples, giros y pistas falsas que permiten mantener al espectador en estado de alerta. A pesar de que el esquema no es revolucionario, su fuerza radica en el contraste: ver a personajes de avanzada edad actuar con más ingenio que la propia policía, ofrece una mezcla de ternura y diversión que no se agota a lo largo de la cinta.

Héroes en la edad dorada en ‘El club del crimen de los jueves’

Un aspecto que distingue a El club del crimen de los jueves es la manera en que juega con la idea de la vejez. Columbus no retrata a los ancianos como figuras pasivas, sino como individuos vitales, ingeniosos y con un deseo evidente de seguir experimentando. El hecho de que el complejo residencial tenga un cementerio propio no es un detalle menor: subraya la cercanía de la muerte, pero también la determinación de los protagonistas de no dejarse dominar por ella.

La película se mueve entre la risa y la reflexión amarga, consciente de que el paso del tiempo no borra la curiosidad ni la capacidad de acción. Este doble registro evita que el filme se convierta en una caricatura de “abuelitos detectives” y lo sitúa en un terreno más complejo, donde la comedia se cruza con la fragilidad humana. El espectador puede reírse de la torpeza ocasional del grupo, pero al mismo tiempo se reconoce en su deseo de permanecer activo. Esa tensión entre lo inevitable y lo deseado le otorga a la película una identidad propia dentro del panorama de adaptaciones criminales. El punto más alto de la producción.


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