Hace apenas unos días, la Academia de Cine de España confirmaba que las tres películas preseleccionadas para competir en los Premios Oscar 2026 son Romería, de Carla Simón; Sirat, de Oliver Laxe; y Sorda, de Eva Libertad. Precisamente, la primera de ellas acaba de llegar a los cines con el impulso de ser una de esas finalistas. Para descubrir si consigue ser la elegida definitiva aún hay que esperar un par de semanas, pero por lo pronto ya ha logrado convertirse en una de las películas españolas más importantes e imprescindibles del año.
En realidad, este prestigioso estatus para Romería era de esperar. Y es que Carla Simón, con solo dos películas antes, ya se ha convertido en una de las directoras más a tener en cuenta de España. Debutó con Verano 1993, con la que se consagró en los Premios Goya 2018 con 8 nominaciones y tres estatuillas, incluyendo Mejor dirección novel. Con su segunda película, Alcarràs, fue aún más allá. Ganó el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín, uno de los más importantes del mundo, además de 11 nominaciones a los Premios Goya 2023.
Ahora, tras su paso por el Festival de Cine de Cannes (el más prestigioso del planeta), llega a los cines Romería, la tercera película de Carla Simón, con la que la directora completa una suerte de trilogía autobiográfica. La cinta sigue a Marina, una joven de 18 adoptada desde muy pequeña que viaja a Vigo para encontrarse por primera vez con la familia de su padre biológico. Su llegada trae de vuelta un pasado ya enterrado. Guiada por el diario de su madre y a través de una conexión especial con su nuevo primo, Marina descubrirá las heridas familiares y podrá por fin revivir la memoria fragmentada de unos padres de los que apenas tiene recuerdos.

Por el momento, la recepción de Romería por parte de la crítica profesional ha sido sensacional. De hecho, se postula como la gran alternativa a Sirat de Oliver Laxe para ser la representante española en los Premios Oscar 2026. Por todo ello, en Hipertextual hemos podido hablar con Carla Simón sobre la cinta y también sobre la situación del cine español actual.
Romería, una historia muy personal
Completas con Romería una especie de tríptico muy intimista, pero también muy sanador. ¿Qué es para ti el cine?
Para mí el cine es una forma de estar en el mundo que hace que que observe las cosas de una manera concreta. Yo creo que hay cosas que veo en la vida que no vería si no hiciera cine. Me mantiene muy alerta y y fijándome en las cosas bellas, pero también en las que no lo son tanto. En los gestos, en las relaciones… Observando, sobre todo.
Con tus películas consigues que una experiencia muy íntima y muy personal se convierta en una experiencia colectiva. ¿Cómo se logra eso?
Todo lo personal es político de alguna manera. Vivimos en sociedad y en un contexto. Entonces, a pesar de contar historias muy íntimas y que tiene mucho que ver con mi familia, siempre les acompaña un contexto que hace que la gente de alguna manera, cuando las ve, pueda identificarse. Al final todos tenemos una familia y nos parecemos bastante. Hay escenas de las familias que se repiten en distintas casas.
Romería, por un lado, nace de la frustración que yo sentí -o que aún siento a veces, pero pero que he conseguido sanar un poco- sobre sobre mi imposibilidad de entender la historia de amor de mis padres. Pero creo que, sobre todo, el motor de querer hacer esta película tiene que ver con poner en valor esa generación de los años 80 a la que ellos pertenecieron, en la que murió mucha gente por heroína, por sida, y que muchas veces la tenemos un poco olvidada.
Esa historia de amor llega en el acto final de Romería como una película dentro de la película. ¿Era el núcleo, el origen de la cinta? ¿O es algo que surge más a partir de ir escribiendo y desarrollando el argumento?
Yo tenía muy claro una cosa con esta película. Quería usar las cartas que mi madre escribió en esa época a su familia y a sus amigos, y convertirlas en ese diario. Quería que, de alguna manera, ella participara en la película. En un principio, no tenía muy claro cómo las iba a usar. Iban a salir en distintos momentos, en voz en off… Y llegó un momento en el que me di cuenta de que, en realidad, estaba haciendo sobre todo una película sobre la memoria y sobre la incapacidad de encajar las piezas a través de los relatos de los otros. Y cómo la memoria es muy selectiva, muy subjetiva y cómo nos debemos permitir inventarla cuando no la tenemos para poder vivir en paz con nuestro pasado.
Ahí fue donde entró esa opción de usar el cine para esto, para esa parte imaginada, para esta parte más mágica y fantástica. Fue muy natural construir la historia así. Casi sientes que cuando la película está a punto de terminar empieza otra. Siempre he pensado que esto era un poco arriesgado, no sabía si la gente me seguiría en esto. Pero creo que más o menos funciona.

¿Cuál es la próxima película de Carla Simón?
Como guionista, ¿tú te involucras solo en una historia y hasta que no la tienes, no la haces o tienes varias a la vez en desarrollo? Y si ese es el caso, ¿qué es lo que tiene que tener una historia para que decidas ir con ella y transformarla en película?
Yo soy mucho de una cosa a la vez. Como me gusta explorar las cosas muy a fondo y necesito tiempo, no puedo estar con la cabeza a cuatro películas distintas. Pero sí que es verdad que para mí hay una cosa muy importante que es que, mientras estoy haciendo una película, necesito tener mi “hora del patio mental”. Fantasear con otras cosas. Eso sí me gusta. Porque como a veces [escribir una historia] es algo tan intenso y estás siempre centrada en lo mismo, de vez en cuando imaginar cómo va a ser lo siguiente me libera y me lo paso bien. Es casi como un juego. Eso sí lo hago, pero en general cuando estoy centrada en una cosa, que son años de trabajo, es una cosa.
¿Y ahora que has completado este tríptico, qué? ¿Qué es lo próximo que te apetece hacer?
Estamos preparando un musical flamenco que no tiene nada que ver con todo lo que he hecho ahora. Pero sí que es verdad que el tema de la familia siempre me va a acompañar porque siento que son relaciones muy complejas. Y muy cinematográficas precisamente porque tiene mucha historia. Observando muy poquito, te das cuenta de que hay muchas cosas detrás. Para mí eso casi es como un juego que propongo con el espectador y que me gusta mucho.
¿Tú escribes los personajes pensando en un actor o actriz en concreto, o les buscas después? Y si es así, en un futuro ideal, ¿con quién te encantaría trabajar?
De momento siempre he escrito primero los personajes y luego he buscado a los actores. Y siempre he buscado actores que se parecieran mucho a los personajes escritos, lo que hace que mis castings sean muy largos. Creo que la única vez que que si pensé “quiero que esta persona esté en la película” fue con Ángela Molina [en el cortometraje Carta a mi madre para mi hijo]. Ahí sí que escribí un poquito alrededor de ella con el corto que hice entre Alcarràs y Romería. Y la verdad es que me ha sabido a poco, o sea que espero poder volver a trabajar con Ángela Molina en algún momento.

El cine español y los referentes de Carla Simón
¿Cómo ves al cine español actualmente? ¿En qué momento se encuentra la industria?
Me siento muy afortunada de estar viviendo este momento del cine español porque siento que hay algo como casi colectivo en una nueva generación. Nos conocemos, nos ayudamos, nos leemos los guiones, nos vemos los cortes… Y seguramente nos influenciamos también entre nosotros. Es un momento bastante dulce porque hay voces muy distintas explorando en direcciones muy distintas. Eso es lo que hace que sea rica la cinematografía de un país. Y, aparte, también a nivel internacional se está mirando hacia aquí y lo que hacemos, que es algo que ocurre desde no hace tanto. Nuestras películas están viajando y creo que eso es muy importante.
¿Cuáles son los referentes de Carla Simón a la hora de hacer cine?
Voy a decirte cosas distintas. Creo que alguien que retrata la familia maravillosamente y que me siento muy identificada con sus pelis es Arnaud Desplechin. Ese Un Cuento de Navidad siempre me acompaña mucho. Todo el neorrealismo italiano ha sido muy influyente, sobre todo en el tono de mis películas y en cierto espíritu de la manera de filmar. Luego está el cine de Lucrecia Martel y esos diálogos. Para mí es una genia y he analizado muchísimo cómo los construye.
Está Alice Rohrwacher con esa luz que tiene su cine que me inspira muchísimo. Claire Denis es una directora que también revisito mucho por cómo filma sus personajes, creo que hay algo ahí muy bonito. Agnès Varda, que para mí es Dios en el sentido de que es alguien que nunca pierde ese espíritu de búsqueda y de exploración en sus películas. Y a nivel español, a Víctor Erice lo llevo siempre muy cerca con sus películas sobre la infancia. Creo que es alguien que realmente sabe usar la poesía del cine. Y Carlos Saura también. Hay muchas películas de Carlos Saura que creo que están en esas tres películas que he hecho. Pensando ahora en Romería, pues Deprisa, deprisa, por ejemplo. O Cría cuervos en Verano 1993.