El Gobierno australiano ha anunciado la prohibición de las redes sociales para menores de 16 años a partir del próximo 10 de diciembre. Es algo así como un experimento piloto al que estarán muy atentos otros países del mundo, ya que claramente los riesgos del uso de redes sociales a edades tempranas no son únicos de este país. De hecho, la Unión Europea acaba de hacer también su propia propuesta. Sin embargo, tanto en Australia como en Europa y en otros lugares del globo ha surgido una gran disputa entre quienes defienden a pies juntillas esta iniciativa y quienes consideran que, lejos de ser útil, puede resultar incluso contraproducente.
Los responsables de la implantación de esta nueva medida defienden que para redactarla se han basado en multitud de estudios científicos. Es cierto. Muchos investigadores en los últimos años han demostrado cómo de dañinas pueden llegar a ser las redes sociales para los adolescentes. Por ejemplo, se ha visto que pueden afectar a su sueño, su rendimiento escolar, su percepción de la imagen corporal y su estado emocional. Incluso en 2018 se publicó un estudio en el que se relacionaba el uso de la aplicación de mensajería WeChat con una reducción del volumen de materia gris cerebral.
Está claro que se deben tomar medidas, ¿pero son estas las adecuadas? ¿Deberíamos imitar esta prohibición de las redes sociales en otros países, como España? Para contestar a esta pregunta me he puesto en contacto con Laura Marcilla, sexóloga y psicóloga especializada en violencia de género, y Amanda Ortiz Gabaldón, psicóloga sanitaria y sexóloga. Ambas están de acuerdo en que se deben tomar medidas, pero que la educación también es esencial. Y es que, si hay una realidad en todo esto, es que no podemos dejar todo el peso del bienestar de los adolescentes en una simple legislación.
Todo empieza con la influencia de las tecnologías
Para Amanda Ortiz Gabaldón, el posible riesgo de las redes sociales va emparejado con la parte menos positiva de las nuevas tecnologías. Por supuesto, hacen nuestras vidas más fáciles, pero tienen tantas sombras como luces, especialmente cuando se dejan en manos de niños y adolescentes sin supervisión.
“Yo creo que se están llevando a cabo estas medidas porque ya han pasado los años suficientes para que podamos saber, científicamente hablando, cómo afectan las tecnologías al cerebro, concretamente a la atención”, explica la psicóloga. “Entonces, está claro que está siendo un inconveniente con respecto a las funciones ejecutivas del propio cerebro y estas empiezan a ser las primeras generaciones que han sido bombardeadas desde el inicio de sus días”.

Aunque no se puede encontrar siempre una causa más allá del efecto, Ortiz Gabaldón indica que se están observando datos preocupantes, como que los bebés comienzan a hablar cada vez más tarde. No está claro que se deba al uso de las tecnologías, pero hay expertos que consideran que podría tener relación. Todo esto es lo concerniente al simple uso de las tecnologías. Pero si le añadimos también todos los inconvenientes de las redes sociales, la cosa se complica.
La prohibición de las redes sociales busca velar por la salud mental
Según indica la periodista de AFP Katie Forster en un artículo compartido por Medical Express, existen estudios que señalan que los adolescentes que pasan más de 3,5 horas en redes sociales tienden a sufrir más problemas de salud mental. Son muchísimas las investigaciones que apuntan a estos efectos. Normalmente se sostienen en que, durante la adolescencia, pasamos por un periodo vulnerable en el que nuestras conexiones neuronales se están reestructurando. Por lo tanto, somos muy sensibles a lo que ocurre en nuestro ambiente.
La cuestión es que la prohibición de las redes sociales en Australia se centra en una edad muy concreta, mientras que es difícil establecer un punto de inflexión en el inicio de la madurez. En una intervención para el artículo de Forster, la psicóloga Amy Orben, directora del programa de salud mental digital en la Universidad de Cambridge, indica que los cerebros adolescentes se desarrollan hasta principios de los 20 años. De hecho, un estudio muy reciente señaló que la adolescencia cerebral se mantiene hasta pasados los 30. Por su parte, Laura Marcilla nos advierte que “cumplir años no aumenta automáticamente la madurez ni las habilidades de la gente”. Al contrario, es algo en lo que se debe trabajar.
Entonces, ¿deberían prohibirse las redes sociales?
Según Ortiz Gabaldón, está claro que a esas edades debe haber un control con respecto al uso de las redes sociales. “Con estas medidas evitaríamos muchos conflictos relacionados con el bullying, acoso o incluso violencia de género”. Las redes sociales son puertas abiertas para este tipo de prácticas, para las que los adolescentes pueden ser especialmente vulnerables.

El problema es que no es tan fácil. De hecho, en España, como nos cuenta Marcilla, hay algunas redes sociales en las que está prohibido hacerse una cuenta con menos de 14 años. Aun así, muchos adolescentes de menor edad tienen no una, sino varias cuentas. Es muy difícil controlar que no mienten con la edad o que no tengan “un amigo o una hermana con más de 16 que les dé su contraseña para que sigan pudiendo acceder a ese contenido”.
Teniendo esto en cuenta, Marcilla opina que la prohibición de las redes sociales puede ser contraproducente. Los adolescentes van a buscar la forma de usarlas igualmente, pero si tienen una mala experiencia va a ser más complicado que lo cuenten. “Hay menos posibilidades que cuenten si están sufriendo algún tipo de conducta inapropiada en estas redes sociales por miedo a enfrentarse a la regañina, a las consecuencias de, bueno, ¿qué hacías tú en esta red social si eres menor de 16 años?”
La prohibición de las redes sociales podría quitar el foco de lo importante
Tres cuartas partes de los adultos australianos encuestados se han mostrado a favor de la prohibición de las redes sociales para menores de 16 años. Sin embargo, 140 expertos han firmado una carta en la que alertan que con estas medidas se podría caer en prestar menos atención a la salud mental de los adolescentes. Si se piensa que todos sus problemas vienen de las redes sociales, al prohibirlas se puede creer que está todo arreglado, cuando en realidad su ansiedad, por ejemplo, puede tener otros muchos orígenes.
Marcilla opina algo parecido. “A mí lo que me preocupa es que cuando se ponga un mínimo de edad ya la gente se despreocupe en plan, bueno, como ya hasta los 16 años no pueden usar redes sociales, nos relajamos y no trabajamos con ellos y con ellas las cosas que hay que enseñarles, las herramientas que hay que darles para que puedan usarlo de manera responsable”.
Y es que la clave está en la educación
Tanto Marcilla como Ortiz Gabaldón consideran que esas enseñanzas sobre cómo usar las redes sociales son la clave para prevenir muchos problemas asociados a la utilización de estas tecnologías a edades tempranas. “Se deberían hacer programas de introducción paulatina a las redes sociales”. Incluso si se lleva a cabo la prohibición de las redes sociales, no se puede caer en el error de pensar que cuando han cumplido los 16 ya pueden usarlas sin ningún tipo de supervisión.

De hecho, abandonar a jóvenes de 16 años con las redes sociales sin ningún tipo de supervisión es igualmente dañino que cuando las emplean niños más pequeños. Esto, para Ortiz Gabaldón, se puede solucionar también con ayuda del control parental. Está claro que los padres o tutores de los adolescentes deben involucrarse en vez de esperar simplemente a una fecha marcada en el calendario.
Además, Marcilla añade la importancia de enseñar a los adolescentes “pensamiento crítico y capacidad para tomar decisiones”. Si en ese tiempo en el que no usan las redes sociales se les educa sobre cómo utilizarlas de forma responsable, se evitarán muchos más problemas que prohibiendo sin más.
En definitiva…
Tanto el uso de las tecnologías como de las redes sociales a edades tempranas puede ser muy problemático. Hay estudios de sobra para justificar medidas como la australiana. De hecho, en otros países, como España, también se controla la edad a la que los adolescentes entran a las redes sociales. Ahora mismo en territorio español se sitúa en 14 años, aunque está previsto subirla hasta 16.
El problema, por un lado, es que es complicado controlar que lo cumplan. Y, por otro, que ni los niños tienen una mente colmena ni la madurez cerebral es un botón que se pulse a los 16 años. Por eso, la verdadera solución, en Australia, en España o en Marte si es que hubiese adolescentes, es la educación. Las normativas pueden ayudar, pero sin educación no sirven de nada.

