En 1948, Jackson Pollock terminó una de sus pinturas más icónicas. Bautizada de una forma tan simple como Número 1A, esta obra ha trascendido como una de las mayores representaciones de la personalidad del pintor. Pero también ha pasado a la historia como un misterio, por el uso de un tono de azul que no había podido identificarse hasta ahora. Brillante y contundente, el pigmento aporta al conjunto de la pintura un aspecto deslumbrante que contribuye a generar en el espectador una falsa sensación de infinito.
Durante casi 80 años, muchos artistas y científicos han intentado desentrañar cómo consiguió ese enigmático azul. Había algunas sospechas, desde luego, pero hasta ahora no se ha podido comprobar cuál de ellas era la más acertada.
Un equipo de químicos de la Universidad de Stanford ha identificado el pigmento que usó Jackson Pollock para obtener ese tono de azul. Y no es de extrañar que otros pintores no hayan logrado emularlo, ya que el pigmento elegido por el artista estadounidense lleva prohibido o abadonado desde los años 90 por su toxicidad tanto para los seres humanos como para el medioambiente. Básicamente, el cuadro más icónico del pintor es un poquito tóxico.
¿Por qué no se había podido identificar el azul de Jackson Pollock?
Jackson Pollock utilizó a lo largo de su carrera muchos pigmentos azules, desde el azul ultramar hasta la ftalocianina, pasando por el azul cerúleo, el azul cobalto y el azul de Prusia, entre otros. Sin embargo, ninguno de ellos se correspondía con el azul de la pintura Número 1A. Desde la muerte de Jackson Pollock en 1956, muchos expertos han intentado desentrañar el misterio, para lo cual algunos de ellos han apuntado a un pigmento de lo más exótico: el azul de manganeso. Este está compuesto por sulfato de manganato de bario y se conoce también como PB33.
Este compuesto comenzó a sintetizarse de una forma bastante extendida en 1907, aunque no logró la patente como pigmento hasta 1935. Desde entonces, muchos pintores vieron en esta sustancia una alternativa espectacular a todos los tonos de azul existentes hasta el momento. Podría ser que Jackson Pollock fuese uno de ellos. Sin embargo, una serie de falsos negativos obligaron a los científicos a seguir por el camino equivocado.
Resulta que el artista no empleó el pigmento por sí solo, sino que lo mezcló con un aceite que servía como aglutinante y que, por desgracia, alteraba las mediciones que se llevan a cabo normalmente para identificar el origen de un pigmento.

¿Cómo se hace dicho análisis?
Para determinar el origen de un pigmento, normalmente se utilizan pruebas espectroscópicas. Es bien sabido que, técnicamente hablando, los colores no existen. En realidad son el resultado de la forma en que nuestro cerebro procesa la luz que llega hasta los ojos. La luz blanca, mezcla de todas las longitudes de onda, incide sobre una superficie coloreada, de modo que algunas longitudes de onda se absorben y otras se reflejan. Lo que vemos es la interpretación de las longitudes de onda que se reflejan. Todo esto, lógicamente, depende de la composición química de dicha superficie, por lo que es aquí donde entran en juego los pigmentos. Un pigmento negro, por ejemplo, es aquel que absorbe todas las longitudes de onda posibles. Uno blanco, por su lado, las refleja todas. En medio están todos los demás, donde unas se reflejan y otras se absorben.
Por eso, para identificar químicamente un pigmento, a menudo se hace incidir un haz de luz láser sobre él para después analizar las longitudes de onda de la misma que se reflejan y se absorben. Esto es lo que se hace con las técnicas espectroscópicas, como la espectroscopía Raman. Justamente es la técnica que se había usado hasta ahora para analizar la pintura de Jackson Pollock. Sin embargo, los resultados se falsearon con el aceite al usar una línea láser de alta energía de 532 nm.
¿Qué ha cambiado ahora?
Los científicos de la Universidad de Stanford cuyos resultados se han publicado recientemente seguían pensando que Jackson Pollock pudo usar el azul de manganeso. Por eso, volvieron a raspar una cantidad minúscula de pintura y la sometieron a un análisis mediante espectroscopía Raman. Esta vez, sin embargo, cambiaron el haz de luz láser y usaron uno de 785 nanómetros, que no interactuó del mismo modo con el aceite y sí arrojó un perfil de reflexión y absorción de luz equivalente al que se conoce para el azul de manganeso.
Esto demuestra que la pintura Número 1A es inimitable porque usa pigmentos que están prohibidos en la actualidad. Pero también lo es porque, como en otras obras de este artista, toda su personalidad y sus emociones están plasmadas entre brochazos y salpicaduras de pintura. Nadie podría replicar su obra aunque le diesen la mismísima paleta que él usó para pintarla. Esa, entre otras muchas, es la magia del arte.