Gladiador de Ridley Scott cumple un cuarto de siglo de su estreno, celebrando un raro honor. El de ser considerada la película que devolvió su brillo al género peplum, luego de décadas de olvido. Pero la cinta, que se basa en los mismos elementos que hicieron célebres a Ben-Hur y Espartaco — acción y drama histórico —, hizo algo más. También mostró la capacidad del cine para reinventar una premisa básica y tan vieja como el séptimo arte. Un héroe en busca de redención, después de perderlo todo.
Pero aunque el resultado fue una épica que convirtió a Máximo Décimo Meridio (Russell Crowe) en una figura inmortal del cine, lo cierto es que la filmación estuvo rodeada de caos. Tanto, como para que durante los primeros dos meses, Ridley Scott tuviera serias dudas de poder culminar el rodaje. Y que, de hecho, estuvo lleno de múltiples tropiezos. Desde tigres que estuvieron a punto de escapar al control de los entrenadores, una muerte trágica en el set hasta cambios radicales en el guion. Lo cierto es que la producción de Gladiador fue tan accidentada como exitoso el resultado final. Una contradicción que hace incluso más intrigante toda la puesta en escena de Scott de un drama histórico que marcó época.
Eso, gracias a la capacidad de Ridley Scott, que ya tenía una carrera establecida para finales de 1998, de crear mundos. De hecho, su primer acercamiento a la premisa del general romano convertido en gladiador no fue a través de un guion, sino de una pintura. Los productores Walter Parkes y Doug Wick le explicaron su idea para la cinta a partir de un lienzo de Jean-Léon Gérôme de 1872. La obra, titulada Pollice Verso, mostraba a un gladiador con el pie sobre el cuello de un oponente vencido. La imagen resultó tan poderosa, que fue suficiente para que Scott decidiera dirigir.
Todo, a pesar de que, según lo relató el mismo realizador en el libro Gladiator: Making of an Epic, no había guion. Pero la posibilidad de crear — o en este caso, recrear — un universo completo a partir de una idea sugerente, logró que Scott se pusiera a trabajar casi de inmediato. Sin embargo, lo que comenzó como una aventura cinematográfica, pronto se convirtió en una de las producciones más complicadas de la historia del cine.
Un rodaje en medio del desorden

Paso a paso, el proyecto comenzó a desarrollarse, a pesar de que buena parte de la inversión, era más o menos un acto de fe. La idea original de David Franzoni para la película pasó por hasta tres borradores distintos, sin que ninguno fuera lo suficientemente detallado o profundo. En ese momento, y mientras los productores iban en busca de decorado y se llevaban a cabo audiciones, apenas había escritas— y aprobadas — un puñado de escenas. Entre ellas, la célebre muerte de la familia de Máximus y una que otra pelea.
Por fin, la historia llegó a manos de John Logan, que reescribió la historia incorporando varias subtramas y cierto contexto político. Para ese momento, Ridley Scott ya había aceptado dirigir de manera formal, aunque firmando un contrato que le permitiría recibir su salario, incluso si la película no se filmaba. No obstante, una vez que leyó la primera visión de Logan sobre la historia, comenzó a trabajar sin descanso para crear decorados y encontrar a sus protagonistas.

Tampoco en ese extremo resultó sencillo. Russell Crowe, por entonces una estrella en ciernes con fama de turbulento y conflictivo, insistió en que el guion tenía problemas y que no le agradaba. De modo que se contrató a un tercer escritor para retocarlo. William Nicholson replanteó escenas, profundizó en giros y estableció que Máximus, más que una máquina de venganza, era un padre desesperado. Por lo que logró solventar el principal problema de la historia: un protagonista con el que la audiencia pudiera empatizar.
Un mundo emerge de la arena

La decisión brindó un segundo aire al proyecto y convirtió a Nicholson en el guionista encargado de añadir y pulir escenas mientras se rodaban. Por lo que, al mismo tiempo en que la cinta se filmaba en Marruecos y Malta, el escritor acompañó a la producción, creando y borrando escenas todas las veces que fue necesario. Y según sus palabras fueron muchas. La mayoría para brindar mayor protagonismo a personajes — como el Commodus de Joaquín Phoenix — y replantear el final de otro debido a la muerte de su actor. Todo en medio de un presupuesto cada vez más inflado y mayores demandas del estudio.
En Malta y Marruecos, Ridley Scott dio rienda suelta a su imaginación. Reconstruyó la idea de un mundo antiguo, densamente poblado. Para el realizador no se trataba solo de que sus actores tuvieran una actuación convincente, sino que el mundo a su alrededor fuera realista. De crear un mercado con puestos repletos de fruta y pescado que apenas aparecieron en cámara por minutos, hasta reformar la ropa interior del vestuario, incluyendo taparrabos. El británico se esforzó en que la película tuviera la estatura de un espectáculo a gran escala.

Con lentitud, pero a buen paso, la producción de Gladiador pareció remontar sus momentos más complicados y pareció que el largo proceso de filmación terminaría para finales 1999. A tiempo para su estreno el año siguiente y con la esperanza de entrar en la temporada de premios. Entonces ocurrió lo impensable: una muerte en el plató que, de nuevo, hizo cundir el caos y convertir a la cinta en una producción impredecible y costosa.
Un hombre imprescindible para comprender a ‘Gladiador’

El actor Oliver Reed de 61 años, era uno de los puntos fuertes de Gladiador. En especial, porque el intérprete — conocido por su pasado turbulento y complicado — estaba dando la gran actuación de su carrera. Eso, al encarnar a Proximo, un viejo tratante de esclavos que, de un comienzo tortuoso, termina por alcanzar la redención. Reed no solo había encontrado el tono exacto entre melancolía, dureza y valor de su personaje. También, le había brindado una poderosa presencia física. Nadie podría interpretar a Proximo como él, insistió Ridley Scott en más de una entrevista de la época.
Y fue justamente lo que ocurrió, cuando, en medio de una borrachera descomunal en Malta, Oliver Reed sufrió un infarto que lo mató en el acto. El actor había pasado casi 24 años en una juerga interminable en un bar de puerto en la ciudad. La tragedia sacudió al proyecto, conmovió al mundo, pero también, supuso un problema insalvable para Ridley Scott. Proximo no podía ser eliminado de la historia y la actuación de Reed era imposible de imitar. Por lo que la decisión fue — de nuevo — escribir otra escena, alterar el final de la historia y completar las secuencias del personaje, con tomas descartadas y retoque digital.

Con todo, Gladiador terminó de grabarse en calendario y pudo ser estrenada el 12 de mayo de 2000. De inmediato, la cinta se convirtió no solo en un éxito de taquilla, sino, además, en un suceso en la industria. Para la temporada de premios, se le consideró favorita para convertirse en la gran película de principios de siglo. Y lo fue: obtuvo 13 nominaciones al Oscar de la Academia, de las cuales ganó cinco, entre las que se cuenta Mejor película de 2001. Pero además, Gladiador hizo algo más: devolvió un sentido de la épica extraordinaria al cine y trajo de vuelta el gusto por héroes incansables y de moral ideales. Algo que perdura 25 años después y que le brinda su estatura de clásico moderno. Para la historia del cine.